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Compartir la magia de la Navidad

En esta época de paz y de recogimiento, los acropolitanos le invitan a que ese espíritu de unión persevere todos los días del año.

24.12.2011

Un año más, las calles de ciudades, pueblos y aldeas se engalanan con luces de mil colores. Las familias se preparan para reunirse, con sus mejores galas y sus buenos deseos, alrededor de una mesa con tamales, dulce, torrejas y los niños esperan con gran ilusión sus regalos. Es la Navidad, una época de paz y de recogimiento en la que nos han convencido que pueden suceder los milagros si tenemos fe.

Alrededor de una mesa una familia y los amigos comparten un plato de comida, unos minutos de tranquilidad, un brindis, unos deseos de felicidad, una esperanza prometedora para el año que habrá de comenzar. Por unos días, pocos por desgracia, desaparecen las diferencias y se valoran los lazos de unión. Luego, pasa la exaltación festiva y todos regresamos a lo gris y casi insípido de lo cotidiano, con sus conflictos y dificultades.

¿Cuál es el misterio de estos encuentros? ¿Es acaso que la enorme publicidad desplegada al espíritu festivo y despreocupado, a la costumbre de hacer y recibir regalos por el consumismo desenfrenado y hasta a veces irracional? Hay otros muchos factores, sin despreciar la fuerza de estos movimientos de opinión.

Talvez, más allá de las distancias y las incomprensiones que salpican la vida diaria, hay una necesidad intensa de poder compartir humanamente nuestros sentimientos, un calor de hogar, una sonrisa, un gesto de amistad. Hay una intensa necesidad de no estar solo, o de saber estar solo si se supo hallar un buen amigo dentro de uno mismo. Hay un resplandor de magia unida a la temporada: en esta época renace el optimismo y se avivan las ganas de transformarse en una mejor persona, se sueña con un mundo nuevo donde reina la paz y florece lo mejor de nosotros mismos. ¿Es posible que el tiempo que comienza nos traiga lo que más falta nos hace? ¿Es posible que podamos hacer realidad nuestros sueños, sino todos, al menos algunos? ¿Es posible, es posible? Porque la magia de la unión lo hace todo posible.

Comprensión.

Es maravilloso ver cómo se compaginan las distintas generaciones, cómo se entienden los niños y los ancianos, los padres y los hijos, y cómo se hace sitio a las mascotas que nos acompañan. Se llama al viejo amigo o se le envían unas palabras de saludo. Es maravilloso ese escenario de convivencia que, sabemos, no tardará en desaparecer tras el telón del final de fiestas.

Pero, ¿por qué resignarse a ello? Es verdad que fuera de esos días especiales no hay tanto tiempo para compartir con la gente; es verdad que las obligaciones de la vida nos atrapan y nos hacen olvidar cosas importantes; pero lo que no puede desaparecer es el sentimiento de fraternidad, de amistad, de encuentro, de comprensión, de unión alrededor de una esperanza. No puede ser que vivamos a golpe de fechas señaladas para que la conciencia asome en nosotros. No puede ser que sin esos estímulos perdamos la capacidad de relación, de afecto y entendimiento humano.

Nos falta filosofía, ese sencillo amor a la sabiduría como para discernir el valor de los hechos esenciales sin necesidad de que el calendario se encargue de señalárnoslo. Nos falta una conciencia más amplia, más activa, más clara, capaz de sortear las diferencias y establecer lazos de entendimiento. Nos falta valor para erradicar el miedo, la desconfianza, el odio, el separatismo.

Y si algún regalo tuviéramos que pedir a esos reyes que se acercan con sus alforjas cargadas, ese sería un rayo de luz y de vida para forjar una cadena de unidad allí donde todo amenaza ruptura. Es bueno meditar en ello, ahora que diciembre nos invita a hacerlo en medio del reposo de las fiestas; es bueno tener el corazón alegre y dispuesto a la concordia ahora y por el resto de los días.

¡Feliz Navidad, Buon Natale, Fröhliche Weihnachten, Joyeux Noël, Merry Christmas, Bon Nadal, Feliz Natal, Shuvo Baro Din, Hauskaa Joulua, Mo’adim Lesimkha, Selamat Hari Natal, Meri Kirihimete, Zorionak, Sooma Nawira-ra!

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