A través de los discursos de sus líderes, la historia refleja en todos los tiempos la emergente esperanza de un futuro prometedor, lleno de expectativas nacionales, propósitos y planes que luego quedan plasmados como referente y guía para evaluar y saber si la gestión final de un mandatario no queda someramente en palabras vacías y demagogia.
Seguramente ningún discurso es más trascendental para cualquier gobernante como el presidencial de la toma de posesión, donde después de la investidura presidencial se expresan con ímpetu, precisión y claridad los más específicos propósitos de un nuevo gobierno.
Entorno a un mensaje prometedor, en el que el pueblo está consciente sobre quién va a dirigir el país, surge la duda de que si el nuevo gobernante logró su propósito de convencer, conmover y agitar a su nación a partir de la utilización de una valiosísima herramienta, la oratoria, que, según analistas, en este siglo XXI en Honduras parece sucumbir con el paso de los años.
Para hablar acerca de los discursos políticos y esos referentes históricos de la oratoria política hondureña se cuenta con el aporte del historiador Mario Argueta, el analista político Matías Funes y el crítico y ensayista Juan Antonio Medina.
Arte oratorio. “La oratoria a lo largo de toda la historia ha tenido dentro del mundo político una importancia trascendental, que sigue teniendo todavía hoy en día, por una parte porque la intención en primer lugar siempre ha sido convencer y si no, persuadir respecto a la implantación de una idea o de un sistema político”, manifestó Juan Antonio Medina, quien además señaló que la palabra oral ha tenido siempre un cierto deje de magia que se impone en un conglomerado, sobre todo en uno que se masifica, se indiferencia y que actúa como un corpus heterogéneo y anónimo.
Muchos son los personajes a largo de la historia que han marcado un precedente por su cualidad de oradores, entre ellos: Demóstenes, Cicerón, Sócrates, Platón y Jesús de Nazaret, que eran hombres de palabra oral. Asimismo, en tiempos más recientes, Adolf Hitler, Benito Mussolini, Stalin, Winston Churchill, Martin L. King, Eva Perón, Fidel Castro y Jorge Eliécer Gaitán, entre otros, se han convertido en íconos de su tiempo.
“En Centroamérica y Honduras el más grande orador que ha tenido es ese hombre de Cedros, Álvaro Conteras, quien daba cátedras de oratoria.
Aunque no hemos vuelto a tener un orador como él, es evidente que por la transcripción de sus discursos y por los testimonios de sus coetáneos no tenía comparación en las Repúblicas de América Central”, describió Medina.
Por su parte, el historiador Mario Argueta suma a la lista de oradores insignes también a Ramón Rosa, cuyos discursos son parte integral de cualquier antología de la oratoria hondureña.
“En el siglo XX, en el país destacó Ricardo Diego Alduvín, médico y político liberal de excelente oratoria que cautivaba a las masas, y el también político liberal Modesto Rodas Alvarado, cuyo estilo discursivo de tono confrontativo y antagónico le impidió llegar a la Presidencia y sirvió de pretexto para derrocar al régimen constitucional del doctor José Ramón Villeda Morales, un 3 de octubre de 1963”, destacó Argueta.
Aunque para Matías Funes el discurso de Rodas Alvarado era “lírico y pronunciado con una buena voz y dicción”, no tenía mucho contenido.
Para finalizar la lista de buenos oradores que no figuraron en la silla presidencial se suma, según Medina, a Enrique Ortez Pinel, magnífico orador de barricada.
Discurso presidencial. “Generalmente hay un discurso que se destaca, y es el discurso de la toma de posesión, porque el pueblo está ávido de saber para dónde se dirige el gobierno que está asumiendo en ese momento. De tal manera que el discurso que pronuncia el gobernante se considera como la voz oficial del gobierno. En ese sentido, el discurso en sí puede prestigiar o desprestigiar a una administración no solo a nivel nacional, sino internacionalmente”, indicó Funes.
Dentro de los discursantes presidenciales que hicieron de la oratoria un arte destacan las figuras de:
• Marco Aurelio Soto (siglo XIX). Un buen orador, sea que leyera sus discursos o no. Sabía manejar bien las entonaciones, la impostación y la pausa. Aunque casi nunca hacia su discurso.
• Policarpo Bonilla (siglo XIX). Magnífico orador antes de la época tumultuosa de las revoluciones. Él hacía sus propios discursos porque poseía una solidad cultura intelectual.
• José Ramón Villeda Morales (siglo XX). La figura más brillante de la oratoria hondureña, poseía una capacidad oratoria reconocida incluso a nivel internacional.
“Cuando ese hombre abría la boca el mundo estaba pendiente porque cautivaba a las masas y las arrastraba. Definitivamente, un mago de la palabra oral, un hombre culto, carismático y de una memoria fabulosa, que hacía sus propios discurso y que los condimentaba con expresiones que resultaban inolvidables, como: ‘Esto resulta un imperativo categórico’ o ‘la situación se había vuelto permeable y requiere de una profilaxis’, unas frases hechas, pero dichas con toda la propiedad del mundo y un estilo que no solo convencía, sino que terminaba por persuadir”, puntualizó Medina.
Para el analista político Matías Funes, este orador de gran formación académica y con brillante capacidad de improvisar tenía discursos profundos y buenos, que aunque fueran leídos no parecía que lo fueran. Pero cuya frase famosa que lo inmortalizó fue “esto es un imperativo categórico”, esta expresión fue tomada del filosofo Kant, y quien se la pasó al mandatario fue Dante Gabriel Ramírez, la persona que le hacía los discursos al mandatario.
Asimismo, Funes señala que muchos exponen que este mandatario le copiaba párrafos enteros al peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.
Mientras que para el historiador Mario Argueta, el gran mérito de Villeda Morales como orador fue captar las expectativas y aspiraciones populares.
“Cuando él hablaba de organización sindical, reforma agraria, seguridad social y Código del Trabajo, estaba recogiendo las aspiraciones de millones de hondureños que a partir de las huelga 1954 -las más importantes en nuestra historia- deseaban trasformaciones en la arcaica estructura política, social y económica. Logrando captar esas aspiraciones sociales en leyes”.
“Los negros'
“El negro es, por una definición convencional, el que hace discurso para otros. Es un término para hablar de una función que es muy importante, pero que ya los presidentes no pueden desempeñar porque la masificación de la cultura no les permite tomarse el tiempo suficiente para escribir el discurso y luego decirlo”, describió Medina, quien además comentó con frenesí que más de alguna vez le ha tocado ser “negro”, “un arte que en otros lugares es muy bien pagado”, señaló el ensayista, indicando a su vez que “los políticos nuestros por no pagar se lanzan ellos solos y es entonces donde hay una especie de incoherencia entre lo que dicen en este momento y lo que dirán después, porque se salen del discurso y el lineamiento, y eso les acarrea después problemas de todo tipo”, precisó.
Dentro de los verdaderos artífices detrás de los discursos presidenciales están: Ramón Rosa, quien le hacía los discursos al presidente de Honduras, su primo hermano Marco Aurelio Soto; Alejandro Castro -padre e hijo-, ambos eran contratados para escribir discursos presidenciales durante el gobierno de Villeda Morales en algunas ocasiones, pero también para gobiernos posteriores tanto civiles como militares; Dante Gabriel Ramírez, un hombre muy culto y erudito sobre todo en el área de la filosofía, él le hacía los discursos a Villeda Morales; Edgardo Paz Barnica, joven político y escritor que le hacía los discursos a Roberto Suazo Córdova; y el abogado Francisco Cardona, quien redactaba los discursos que pronunciaba el presidente Rafael Leonardo Callejas.
Cualidades del discurso Hondureño.
Largas promesas. El discurso presidencial de toma de posesión fija las líneas que seguirá el gobierno y señala promesas hermosas, que en la mayoría de los casos terminan incumpliéndose, pero en palabras suelen ser discursos buenos en general.
“Los políticos están acostumbrados a hacer una lista larga de promesas que terminan incumpliendo; en vez de centrarse en uno o dos puntos, hacen un rosario de promesas que quedan en solo promesas siempre con un afán demagógico”, criticó Funes, quién además indicó que los ganchos o anzuelos usados tanto en la campaña política como en el discurso presidencial dependen del político, pero a veces hay un afán populista de lograr apoyo electoral al decirle al pueblo lo que el pueblo quiere escuchar.
Es entonces allí donde se cae en el populismo, porque son raros los políticos que dicen cosas que sienten de antemano que no les van a gustar a la nación, con lo que se busca tratar de endulzarle los oídos al pueblo y quedar bien con él, con el fin de recibir el apoyo de la población.
Después de tantos gobiernos democráticos surgen muchas interrogantes sobre la capacidad de los mandatarios para cautivar y lograr la credibilidad del pueblo con sus discursos, frente a la invitación de ir a votar en la próxima contienda política en búsqueda de ganar las elecciones primarias del presente año. Interrogantes que revelan si la palabra oral ha ido perdiendo el impacto que tuvo durante mucho tiempo en la palestra pública nacional.
Según el historiador Mario Argueta, la oratoria política hondureña está en crisis por varias razones, en primer lugar porque el pueblo hondureño está perdiendo fe en los políticos y cansado de promesas, así que ya no le otorga credibilidad a la palabra de estos, y por otra parte, no todos los días surgen grandes oradores.
La credibilidad hoy en día
Tras un breve recorrido que revela si la palabra oral ha ido perdiendo el impacto que tuvo durante mucho tiempo en la palestra pública nacional, surge la inquietud de cómo se encuentra situada la credibilidad de los nuevos políticos que se enfrentan al próximo proceso de elecciones primarias. Según el analista político Matías Funes, actualmente hay más politiqueros que políticos, por la deformación de la política, caracterizados por la superficialidad, el arribismo, la ambición personal y la falta de proyectos. “Aquí lastimosamente pasamos todos los meses del año involucrados en politiquería y con discursos vacíos”.
Criterio que también comparte Medina, “los discursos en el período de las candidaturas presidenciales son simplemente señuelos muy demagógicos, no proponen absolutamente nada y son carentes o están vacíos de metas concretas que no le permiten al futuro elector saber para dónde van”, sentenció, explicando el fenómeno que está ocurriendo en este momento con la campaña de elecciones internas, donde, según él, simplemente se aborda temas generales y vagos que no conducen por ningún sendero seguro, porque solo hay planteamientos inciertos. Además, indica que existe una tendencia a improvisar que en algunos casos se vuelve hasta un arte en este país, porque por un lado se le falta el respeto al público y, por el otro, con el buen o mal uso de la lengua se puede destruir o construir un Estado o una utopía.
¿Cuál es el discurso que ganará las elecciones? “Un discurso que no sea confrontativo. El pueblo hondureño no tiene una disposición favorable a la confrontación, sobre todo después de la crisis que se ha vivido en el país.
Un discurso que no sea a base en insultos ni referencias personales. No se trata de descalificar al otro, sino un discurso más propositivo, es decir, más propuestas específicas que representen salidas concretas a los problemas del país (y cosas creíbles)”, puntualizó Funes.
Muchas veces no solo es el discurso el que cuenta, sino la forma en que se dice. Dirigirse al público es un asunto de saber utilizar el lenguaje apropiado, no el correcto o el incorrecto, sino el apropiado y el aceptable para el entorno; lamentablemente la oratoria es un género y arte en decadencia y desuso.
“Los políticos dejaron la pieza oratoria por la consigna; se trata de utilizar lemas y frases, algunas trasnochadas y copias, expresiones que resultan más comerciales que propagandísticos. Una imitación que deja mucho que desear para el analista foráneo”, sentenció Medina, quien además recalcó que los tiempos de la oratoria política en Honduras parecen haber terminado.
Retos políticos del gobernante del siglo XXI. Recuperar la fe perdida del pueblo forma parte de uno de los retos que tendrán que asumir los próximos líderes de la nación, al brindarle soluciones con hechos y no solo con palabras demagógicas. “El pueblo está cansado de promesas demagógicas, ya no se deja impresionar por frases bonitas y no desea que le oculten realidades que a veces son más que obvias”, describió Mario Argueta.
Mientras Matías Funes señala que el desafío más importante que deben asumir estos mandatarios es un reto ético, que significa apego a la verdad. “Un gobernante transparente, honesto y apegado a la verdad y la ética”.
Por su parte, Juan Antonio Medina expresa que es necesario un discurso coherente, que nos devuelva la dignidad, la esperanza y que nos oriente y guíe para enfrentar los desafíos de un siglo que excede cualquier imaginación.
El discurso de toma de posesión es la disertación de la vida para un mandatario presidencial, por ello tiene que ser puntual, exacto y preciso, dejando atrás la actual publicidad comercial en que se han convertido la propaganda y el discurso político hondureño, donde se ve a los líderes como un producto comercial.
Personajes de la era democrática
- Roberto Suazo Córdoba (1982-1986). “Un orador de dos tipos, improvisador cuando la situación lo ameritaba y un buen discursante cuando la ocasión lo valía, como cuando le tocaba presentarse delante del Congreso Nacional y en eventos diplomáticos”, afirmó el crítico y ensayista Juan Antonio Medina, quien a su vez destacó que lo que le restó imagen al mandatario fue su actitud folclórica y su cierto lenguaje vernáculo y pintoresco, por el que fue objeto de ironía y mofa de la prensa internacional. Por su parte, el filosofo Matías Funes destacó que Roberto Suazo Córdova en su discurso de toma de posesión dijo que Honduras no se iba a inmiscuir en la guerra que sufrían los países vecinos, lo que no pasó de ser una simple promesa.
- José Simón Azcona (1986-1990). Era un orador con un lenguaje directo, sencillo y claro, pero a veces improvisaba y era un poco temperamental.
- Rafael Leonardo Callejas (1990-1994). “El discurso presidencial de este mandatario como pieza oratoria fue excelente, muy bien estructurado, bastante coherente y ofreciendo una serie de cambios; aunque estos discursos siempre se distancian mucho de la práctica, hay que reconocer que es un hombre con mucha facilidad de palabra”, destacó Funes. Mientras que Medina señaló que es un buen comunicador con cierta gracia y carisma que todavía le reconocen hasta sus propios enemigos.
- Carlos Roberto Reina (1994-1998). Un poco ceremonioso, pero con capacidad para improvisar. “Cuando él leía los discursos no eran buenos, pero cuando los improvisaba le iba mejor. La característica de su disertación era que apuntaba y mencionaba mucho a Francisco Morazán, de hecho, él habló de una revolución moral que más fue retórica que política”, indicó Funes.
- Carlos Roberto Flores (1998-2002). Un hombre con muchos movimientos gesticulares y un característico movimiento de manos que le servía para darle fuerza a sus discursos un tanto poéticos.
- Ricardo Maduro (2002-2006). Un orador frío y calmado, más orientado en cuestiones administrativas.
- José Manuel Zelaya (2006-2009). Un orador improvisador y folclórico, muy parecido a Suazo Córdova. “Cuando él tomó posesión se produjo una falla técnica que lo obligó a improvisar, lo que provocó una confusión en los nombres de algunos miembros del cuerpo diplomático”, destacó el filosofo, quien además expresó que dicho discurso estaba cargado de errores que denotan poca consistencia académica.
- Porfirio Lobo Sosa (2010-2014). Tiene algunas expresiones folclóricas en sus discursos, como “calladitos se ven más bonitos”, lo que resulta muy congruente con su estilo campechano y bonachón. Usa un lenguaje un tanto coloquial, pero no al extremo de Suazo Córdova o Manuel Zelaya. Se caracteriza también por tener discursos cortos y bastante concretos.