El mundo circundante, al igual que la vida misma, pueden ser analizados de diferente manera de acuerdo al grado de objetividad y/o subjetividad que influyan nuestra percepción así como las hipótesis y metodologías utilizadas.
Así, tres escenarios pueden emerger de nuestro enfoque: el primero, optimista; el segundo, realista; el tercero, negativista.
El primero contiene una óptica que ve exclusivamente lo favorable, detectando virtudes antes que defectos, luces y no sombras, cualidades antes que defectos; por ello, puede desembocar en un idealismo parcializado, al excluir el reverso del objeto de estudio.
El segundo toma en cuenta múltiples variables que, al interactuar recíprocamente, crea situaciones complejas en que coexisten factores opuestos, antagónicos a veces, que posibilitan contar con una panorámica objetiva y equilibrada, arribando a conclusiones ajustadas a la realidad concreta.
El tercero peca por pesimista al tener en cuenta solamente aquellos elementos desfavorables, excluyendo arbitrariamente circunstancias y coyunturas contentivas de horizontes en que están presentes tanto lo correcto como lo incorrecto, lo cierto y lo falso.
Los ejecutivos de los sectores público y privado, los analistas, los estudiosos de la compleja realidad social, económica y política, están en la obligación de evitar planteamientos maniqueos, sesgados. De hacerlo, implementarán políticas erróneas, deformadas, que repercutirán en la toma de decisiones, en el rumbo y destino de conglomerados humanos.
De esta manera, debemos abstenernos de adoptar enfoques unilaterales, distorsionados, que resultan en perder la necesaria objetividad así como el sentido de la realidad. Evitemos tanto la euforia y la exaltación como la negatividad y la depresión, ya que los unos y los otros resultan en distorsiones y proyecciones no cimentadas en la certidumbre.
Es fácil caer en el error unidimensional, en la visión simplista. Mucho más difícil es ahondar en la temática que investigamos, tomando en cuenta diversos elementos constitutivos, sin excluir a priori ninguno. Gradualmente, iremos depurando lo secundario de lo esencial para, finalmente, poder elaborar juicios ajustados a lo real y no a lo imaginario.