Años atrás, en una conferencia sobre integridad servida en Honduras, el funcionario a cargo de la oficina de control de adquisiciones del estado explicaba: “En la gráfica estadística de los pedidos de las oficinas del Estado, la curva de consumo y su tendencia se mantiene igual todo el año, proveemos de papel en resmas, engrapadoras, lápices, clips, fólderes, marcadores, tinta para impresoras y miles de implementos de oficina. Lo curioso es que al llegar a finales de enero, hay una curva que se levanta en la demanda de materiales de oficina y pasado marzo desciende a nivel normal”.
¿A qué se debe esa alza en la demanda de material de oficina? ¡Bien pensado, coincide con la entrada a clases!
En esa etapa muchos padres oficinistas toman materiales de la oficina para cubrir parte de la lista de útiles escolares, allí se fugan resmas, lápices, cartapacios, cartulinas y otros.
Vivimos en una sociedad donde la corrupción aparece por todos lados, desde el agente de tránsito que promueve una “mordida”, así como el que la paga, hasta el ministro que se va a Cancún con su secretaria a vacacionar con tarjeta a cargo del Banco Central, o con viáticos de la institución, simulando un seminario en Viña del Mar, los cargos ficticios o amañados de las tarjetas de descrédito, las medidas y pesas alteradas del pulpero, el empleado que imprime sus tareas con tinta e impresora del Estado, o aquel empleado privado que toma tiempo de oficina para bucear en Internet y atender su Facebook, el joven que copia en los exámenes y hace fraude, el niño que no devuelve el lápiz prestado, o aquel que se embolsa el celular ajeno olvidado en el pupitre, el marido que con la excusa de trabajar tarde atiende a su segundo frente, el maestro que le disputa a Dios la omnipresencia, pues recibe dos sueldos por clases en dos municipios distantes y en los mismos días, líderes sindicales que blindados con el fuero sindical viven en huelgas políticas, no trabajan y jamás dan cuenta de las cuotas que deducen en planilla a sus inscritos.
Sume a la lista las promesas de campaña, incumplidas ya en el gobierno, eso es deuda sin pagar y la lista es interminable. Pero mucha gente que critica esa corrupción y vocifera contra el sistema corrupto, entra tarde y sale temprano de su oficina y pide al compañero que le marque su tarjeta, cobra horas extras inexistentes o consigue una incapacidad por enfermedad ¡cuando juega la Selección Nacional de Fútbol!
Hay personas que justifican su acción diciendo: ‘Si los de arriba roban, ¿por qué yo no? La corrupción no depende del valor de lo robado, es la naturaleza de la acción lo que cuenta, así que usted no puede decir: ¡Solo tomé un clip! Pues ese clip no es suyo! Ni tampoco: ¡La cajera se equivocó y me dio más!
No, no se trata de a quién afectamos o si el banco es rico; ¡no!, la integridad es una condición interna del individuo, y no está sujeta a condiciones externas ni a variables de conveniencia ni a la moda. Se es íntegro o se es corrupto.
Cuenta una anécdota que un padre acompañado de su hijo atravesaban un camino rural y a un lado, un maizal mostraba sus hermosos elotes listos para cosechar. El padre miró hacia adelante, hacia atrás, miró hacia la derecha, miró a su izquierda, y cuando ya estaba parado sobre la hilada de alambre de púas, oyó a su niño decirle: Solo te faltó ver hacia arriba papá. Si. El ojo de Dios, mediante la conciencia, es juez infalible.
En fin, la escuela refuerza los valores, pero es en el hogar donde la integridad se aprende, así como la madre transmite los factores inmunológicos en el calostro, la integridad, la honradez se mama desde la primera leche. Por cierto, para honra o vergüenza, ¿a usted quién lo amamantó?