Opinión

Sobre la desconfianza y la verdad

Al estar por concluir un año calendario más, es propicia la temporada para hacer una pausa y meditar sobre conceptos y prácticas que como sociedad debemos revalorar.

Porque acaso solo si logramos mayor conciencia sobre ellos podremos mantener los equilibrios necesarios, para coexistir como sociedad viable ante los retos de la modernidad y globalización del siglo XXI.

Quizás el más importante es el de la confianza, que ha sido definida como: una suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás. Cuando alguien confía en el otro, cree que puede predecir sus acciones y comportamiento.

La confianza por lo tanto simplifica las relaciones sociales.

La confianza es un elemento básico para la relación armoniosa y pacífica entre la ciudadanía y entre esta y sus autoridades. Cuando la confianza se pierde esta es sustituida por la desesperanza, la que puede manifestarse desde la ridiculización hasta la protesta y violencia.

Por eso es menester de los gobiernos, independiente de su naturaleza, pero ciertamente más si es, o quiere ser percibido como democrático, mantener la confianza de la ciudadanía en sus actuaciones públicas y en algunas sociedades como la Norteamericana aún en las privadas.

La confianza descansa en gran medida en la percepción generalizada de la población de si las autoridades actúan dentro de los parámetros de la ley y si sus manifestaciones públicas reflejan la verdad. No es posible que haya confianza si se duda la verdad de lo que se anuncia, plantea o propone.

De allí que este es un tema sobre el cual todos, pero en particular los responsables de dirigir el país, deben meditar y hacer los correctivos necesarios para evitar un mayor deterioro de su credibilidad. Desde una perspectiva histórica este es un proceso sociocultural que se ha venido gestando durante ya varias décadas, resultado de los procesos educativos, mayor acceso a información de la población y la desfachatez de algunos personajes.

Las encuestas reflejan la pérdida de confianza de la población en sus autoridades y es imprescindible revertir ese fenómeno.

En el caso de Honduras, ¿a qué se deberá la desconfianza? ¿Será motivada porque consideramos que los responsables de la cosa pública no están calificados para desempeñar sus funciones adecuadamente, o será porque tenemos dudas sobre las motivaciones de sus acciones?

¿Será porque ahora desconfiamos de todo y todos o será porque se percibe que el apego a la verdad es un elemento relativo que puede ser manejado por especialistas en relaciones públicas?

¿Qué es la verdad? Desde un inicio el hombre busca la verdad. Los numerosos textos sobre la materia nos muestran que la complejidad del concepto es de tal magnitud que el mismo continuará en su natural proceso de construcción en paralelo con el desarrollo mismo de la humanidad.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, es valioso recordar que para los hebreos la palabra “verdad” está vinculada con “seguridad o la confianza”. Los griegos por su parte nos dieron una manera lógica y práctica de cómo identificarla según el enunciado de Aristóteles de que “decir de lo que es que no es, o que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero”.

Necesitamos rescatar esos conceptos básicos de confianza y verdad, porque cuanto más mentiras o medio mentiras percibamos de la élite gobernante, menos creeremos que este sistema tiene los mecanismos para autorreformarse. Sorpréndannos, rectifiquen en el 2013.

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