Opinión

Respaldo a la continuidad

Los electores taiwaneses han otorgado un voto de confianza al presidente Ma Ying-jeou y al partido Kuomintang, al reelegirlo para un segundo período al frente del gobierno de esa nación insular asiática, obteniendo 52% del total de sufragios y 64 escaños legislativos de un total de 113 curules, en tanto su más cercana contendiente, Tsai Ingwen, candidata del Partido Democrático Progresista, recibió el 46% del voto y 40 diputaciones.

La campaña giró en torno a varias temáticas, siendo la principal el tipo de relación con su vecina China continental. El primero, fundamentado en su declaración de 2008: 'No independencia, no unificación, no uso de la fuerza', que ha constituido el eje de la actual política exterior taiwanesa de cara a Beijing, en tanto la segunda defendió la eventual proclamación de declaratoria independentista.

La estrategia de preservar el actual status quo ha redituado un creciente acercamiento entre ambas naciones, tanto en el fomento del turismo bidireccional como en materia de inversiones y comercio, además de posibilitar una distensión política-diplomática que ha logrado evitar, hasta ahora, cualquier tipo de justificación para la anexión de Taiwán por parte del gigante chino.

Otros puntos del debate electoral giraron en torno al alza en el costo de vida, la creciente diferenciación de ingresos entre la clase alta y los estratos medios y populares, y la expansión o gradual desmantelamiento de las plantas de energía nuclear actualmente en funcionamiento, reemplazadas por fuentes energéticas alternativas.

El desarrollo del torneo electoral confirma la creciente madurez del sistema político pluripartidista taiwanés que exitosamente ha evolucionado del autoritarismo a la democracia incluyente, que tomando en cuenta los derechos y culturas de las minorías políticas y étnicas, en contraste con el régimen monopartidista chino continental, centralista e intolerante de la democratización, disidencia y pluralidad ideológica.

Seguramente el pueblo chino ha seguido de cerca la elección presidencial taiwanesa, concluyendo que no es suficiente con un rápido crecimiento económico si el mismo no va acompañado, simultáneamente, de una efectiva apertura política e ideológica.

La paz regional se consolida con el resultado electoral, al prevalecer la distensión en una compleja relación triangular que involucra a Taipei y Washington, de una parte, y a Beijing de otra, en escenarios que pueden desembocar en un enfrentamiento armado directo, o bien, en realistas acomodos y equilibrios.