El gobierno del Presidente Lobo ha decidido consolidar relaciones comerciales y posiblemente diplomáticas con la República Popular China, nación que exige, como requisito sine qua non, la ruptura con Taiwán, república con la que hemos sostenido vínculos de mutuo beneficio durante muchas décadas.
En efecto, Taipéi mantiene programas de asistencia técnica y educativa en campos tan diversos como la piscicultura, porcicultura, camaricultura, cultivo de arroz, legumbres y frutas orientales; apoyo a la enseñanza, capacitación de compatriotas en universidades taiwanesas, a nivel de licenciatura, maestría y doctorado; donaciones en equipos informáticos, en vehículos y motocicletas; donaciones en efectivo.
¿Qué razones motivaron a la actual administración a reorientar las relaciones bilaterales con el país insular asiático para intensificarlas con Pekín? Se especula que de por medio puede existir la urgente necesidad gubernamental de captar recursos financieros mediante la colocación de bonos “soberanos”, dado que el régimen está críticamente descapitalizado y requiere, a la brevedad de inyecciones adicionales de capital fresco que le permitan, cuando menos, hacer frente a deudas acumuladas contraídas con acreedores locales y foráneos, además de los reclamos de los burócratas por la cancelación de sus salarios y bonificaciones.
Otros sostienen que nuestros productos agrícolas y minerales pueden encontrar un enorme mercado en China Popular, al mismo tiempo captando inversiones estatales y privadas provenientes de esa potencia económica, que cada vez favorece a la América Latina como un atractivo destino para sus excedentes de capital.
China es actualmente la segunda mayor economía mundial, el primer productor manufacturero, el mayor exportador de bienes del mundo, el quinto inversor a nivel global. Su presencia en Honduras está presente mediante la construcción de represas hidroeléctricas, tras desistir el gobierno taiwanés de realizar este proyecto de envergadura.
Se percibe así un acercamiento estratégico: económico, comercial y diplomático, entre Honduras y China Popular, pero ello no debe implicar olvidar a un tradicional amigo y aliado que ha estado junto a nosotros tanto en momentos de prosperidad, que no son muchos, como de crisis. La amistad tiene precio y no debe cotizarse por las leyes del mercado, ni de la oferta y la demanda.
¿Es posible mantener una doble política exterior en la que mantengamos relaciones cordiales y provechosas tanto con Taiwán como con China continental? Es una posibilidad que no debe ser descartada sin antes someterla a un riguroso análisis comparativo.