Opinión

Ni duro ni blando, SM la Reina

Suele atribuirse el termino “poder blando” al profesor Joseph Nye, de Harvard, lanzado en su libro Bound to Lead: The Changing Nature of American Power (1990), que luego desarrollaría en Soft Power: The Means to Success in World Politics (2004). Por fin se empieza a notar que el poder, la autoridad, para ser efectivo no necesariamente debe estar respaldado por la fuerza. En realidad la cosa va más allá: no se trata de poder blando o duro, sino de positivo o negativo.

Días atrás, la reina Isabel II asistió al Consejo de Ministros del Gobierno en Downing Street, una típica reunión del Gabinete. Es la primera vez en sus 60 años de reinado (sobre los 15 países y territorios de la Commonwealth) -durante los que pasaron doce primeros ministros desde Winston Churchill-, que un monarca asiste al encuentro del gabinete en tiempos de paz desde Jorge III en 1781, aunque algunos aseguran que la reina Victoria, entre 1837 y 1901, también lo hizo en tiempos de paz.

Esa asistencia era habitual hasta que Jorge I la suspendió en 1717 para dejar clara la limitación de los poderes políticos de la monarquía. El padre de Isabel, Jorge VI, asistió a algunas reuniones durante la Segunda Guerra Mundial (SGM). Esta visita es la culminación de un año triunfal para Isabel II. Los festejos del jubileo han confirmado su alta popularidad actual y la de la monarquía, hoy apoyada por el 80% de los británicos. Y el príncipe Guillermo es aún mucho más popular que su padre, y garantiza que la institución monárquica seguirá estando por encima del bien y del mal.

Dicen que la reina no ejerce poderes políticos, pero me pregunto que hubiera sucedido de haber dado una orden, en esa reunión, que se hubiera hecho pública, ¿se habrían atrevido a desoírla? La sola pregunta muestra que existe un poder, un liderazgo por influencia, muy fuerte que puede provocar tremendos acontecimientos. ¿Es este poder más fuerte que la “autoridad coactiva”? Poder blando sería el de la influencia de la monarquía y duro el que ejerce el poder político.

Se ha dicho, como ejemplo, que blando es el de China cuando pretende seducir e impresionar con el número de medallas olímpicas conseguidas, mientras que Rusia quiere impresionar con el poder duro, la demostración de su superioridad militar. Está claro que China va ganando. La SGM provocó un enorme daño -mayor a lo que Hitler hubiera logrado solo- e instaló el imperio soviético que luego fue desactivado utilizando una sola “arma”, la paz, la autoridad moral, el liderazgo por influencia. La estúpida guerra de Vietnam se hizo, básicamente, contra el comunismo chino que, irónicamente, hoy se vuelca al capitalismo por propia convicción a través de la paz.

No se trata de duro o blando, sino de violento o pacífico. Y la violencia destruye, siempre; se realiza para forzar aquello que no se daría espontánea y naturalmente, va contra la naturaleza, la destruye. Por el contrario, el mercado se caracteriza por las relaciones voluntarias, espontáneas, naturales entre las personas que implican que cada uno se beneficia -como el comprador del camión que lo necesita más que el dinero que entregó- obteniendo de este modo la mayor eficiencia. No es duro o blando, es poder violento, destructivo, negativo o autoridad positiva, pacífica, la del líder que es seguido porque puede servir mejor.

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