Vaya hombre. Por fin aparece un diputado que le queda una conciencia, que le reclame; una dignidad que cuidar; un sentido de compromiso hacia los que votaron por él.
Eso de bueno, de humano, de principios morales, de coherencia ideológica que todavía le quedan a Marvin Ponce, es realmente lo que ha provocado su reacción ante señalamientos que calaron profundo y solo pueden calar profundo las críticas que, aunque sea subconscientemente el receptor a quien van dirigidas, asume como ciertas o que son demasiado y obviamente injustas.
Y todos sabemos que últimamente Marvin Ponce, como la mayoría de los diputados, se han alineado demasiado con los intereses de Juan Orlando Hernández, que están en las antípodas de los intereses nacionales y del pueblo hondureño.
De todos modos, Marvin Ponce todavía está en tiempo y forma de cambiar, pues tiene una consciencia a la que responder, algo que la mayoría de los diputados, los políticos, los periodistas, los policías, los militares, los empresarios y hasta muchos profesores, hace muchísimo tiempo que la sepultaron para montar sobre sus restos el altar del dinero, la fama y el poder.