Opinión

Los tres años de Lobo

El gobierno del presidente Porfirio Lobo inicia hoy su cuarto y último año en el poder de un país que se debate en una profunda crisis económica, social, política, moral e institucional, y muy lejos de cumplir sus promesas básicas de campaña: trabajo y seguridad para los hondureños.

No pueden negarse, sin embargo, las difíciles circunstancias en que le correspondió el inicio de su mandato después de la crisis generada por la ruptura política de 2009, principalmente el total aislamiento del país de la comunidad internacional.

De hecho, el único logro significativo y visible que ha obtenido hasta ahora fue precisamente lograr el reencuentro de Honduras con el mundo democrático, que fue fruto de esfuerzos en los que tuvo que ceder posiciones, influencias y hasta puestos públicos a ambos lados, tanto en el exterior como a lo interno.

El estilo de gobernar errático, a veces dubitativo, voluble, queriendo “quedar bien con Dios y con el Diablo”, quizás contribuyó a que Lobo lograra superar aquel gran escollo inicial --dada la polarización existente entonces--, pero se le transformó en un pesado lastre que le impidió avanzar en el cumplimiento de su agenda para dar solución a los ingentes problemas nacionales y sacar al país del atolladero.

Así, tres años después, no solo ha sido incapaz de cumplir sus promesas de trabajo y seguridad, sino que la inversión, y por ende la creación de riqueza y empleo, y el clima de horrorosa violencia delictiva que sufrimos los hondureños son incluso peores que cuando el llegó al poder.

Pero todavía hay algo peor: el desorden administrativo, la corrupción, las decisiones y acciones abiertamente contrarias a los intereses nacionales, la confrontación contra diversos sectores sociales y productivos, adoptada e intensificada en los últimos meses tanto por el titular del Poder Ejecutivo, en alianza con su candidato para las próximas elecciones, que también preside el Poder Legislativo, no solo agravan los problemas ya existentes sino que también ponen en precario la propia institucionalidad y el sistema democrático.

Aunque ya el gobierno de Lobo ha anunciado que continuará por este mismo equivocado camino, esperemos que finalmente entienda la urgencia de un cambio de rumbo en los pocos meses que le quedan, ya que, además de que todavía tiene tiempo para mejorar su perfil ante la historia, bien puede cumplir aunque sea en parte las promesas que hizo a quienes lo llevaron al poder en 2009.