La muerte el jueves 4 de octubre de seis indígenas que participaban en una manifestación pacífica en Guatemala y la del jefe de los temidos Zetas, el pasado domingo, en un pequeño poblado de Cohauila, aunque son hechos totalmente desvinculados, ponen de relieve el riesgo de involucrar a los militares en labores que corresponden a la Policía y también lo difícil que resulta la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado en general.
Nueve soldados y el coronel que los comandaba ya están en manos de la justicia guatemalteca para que respondan por disparar contra los manifestantes que bloqueaban varios tramos de la carretera interamericana para protestar contra el alza de las tarifas del servicio de energía eléctrica.
La cuestión es que, según se estableció, el jefe militar desoyó la orden de sus superiores civiles de detener el avance de sus hombres hacia la zona de conflicto, ya que la función asignada a los militares en Guatemala es apoyar a la Policía Nacional.
Incluso hizo caso omiso al intento de las patrullas policiales para que se detuviera. Peor aún, abandonó a sus hombres en medio del tiroteo hacia el que los había llevado.
En el caso de la muerte de Heriberto Lazcano (alias “El Lazca” o “El Verdugo”), --además de su formación militar, como todos los fundadores de Los Zetas, entrenados como fuerza élite en Estados Unidos—que bien podría considerarse el principal golpe contra el narcotráfico en los seis años de “guerra” con la participación de los militares, han quedado tantas preguntas sin responder que se ha visto cubierto por una negra sombra de dudas.
De hecho, la muerte del segundo narcotraficante mexicano más buscado –después de “El Chapo” Guzmán, fue fortuita, tanto que la Marina mexicana no se dio cuenta que lo había eliminado hasta siete horas después de que su cuerpo fue “rescatado” por un comando armado de la funeraria donde había sido dejado.
Estos y muchos casos más confirman lo difícil que resulta luchar contra el crimen organizado y contra la inseguridad y la facilidad con que los gobiernos repiten una y otra vez los mismos errores, obviamente con los mismos resultados.