Opinión

Las rotaciones y un Lobo frágil

La ola delictiva que sacude al país orilló al presidente Porfirio Lobo Sosa a rotar cercanos colaboradores que lo develan tan frágil y solo que ninguna cara nueva, ni de su propio partido, quiere enredarse en los últimos nueve meses de su debatido gobierno.

Honduras se desangra por diversos y mayúsculos problemas, pero el régimen Lobo Hernández está embrocado en destituir a delegados clave, pero inútiles de la timorata justicia y poner sus reyes de ajedrez para que lo defiendan cuando pase a la vil y cruel llanura en enero de 2014.

Esta comparsa “cachureca” montó meses atrás diversas estrategias para virar la atención de la criminalidad, del alto costo de la vida, del desempleo, de los ocho paquetazos fiscales, de la devaluación, de groseras trepadas a los carburantes y de su propia y cobarde incapacidad por revertir los embates.

Por fin comienzan a entender que la población está acorralada por una intratable delincuencia que creció a pasos agigantados por la complicidad y pachorra de una jefatura complaciente y atemorizada en depurar, sin vacile, una Policía penetrada por las bandas del crimen.

El propio Lobo soslayó consejos y se turbó al grado que su boca solo murmura “cuarta urna, exoneraciones y de ley mordaza”, entre otras tácticas para enmarañarnos.

El mandatario parece creer solo en él y transmite su soberbia a Hernández Alvarado, que coacciona guillotinar al fiscal general Luis Alberto Rubí y otras cabezas. Rubí y Hernández, aunque lo nieguen, se rifan en privado y en “grandes ligas”. El primero tambalea y, el segundo, asegura piezas para su anhelada dictadura.

Lástima que en esta lucha de poder en territorio de reyes, el pueblo hondureño será nuevamente el gran perdedor frente a la codicia desmedida y descarada del presidente del Congreso Nacional desesperado porque las únicas encuestas que lo favorecen son las de su fraude electoral.