Opinión

Las malditas mentiras

En este país de mentiras, mienten todos, nadie nos habla la verdad ni con la verdad, la mentira es una verdad y la única verdad es la mentira. Eso nos hace creer todo sin creer en nadie.

Lo peor de esta tragedia social es acostumbrarse y aceptar que nos mientan. Los gobernantes, diputados, magistrados, empresarios privados o públicos, trabajadores en general, maestros, alumnos, campesinos, ricos, pobres, profesionales y mucho más los ignorantes, siempre tenemos una mentira para engañarnos y engañar, para negar o achacar a otros nuestros errores. Si no se dice la verdad es por miedo a ser callados con otra verdad.

La verdad calla al que miente. Para hablar la verdad sin que sea desvirtuada deben citarse las causas de la mentira en forma simple, sencilla, entendible y demostrable. Para darle credibilidad a Honduras debe decirse la verdad, evitando desinformación, tergiversación y multiplicación de opiniones.

Mentir es tarea aprendida a la perfección. Perdimos todos los valores que como pensantes debemos significar, porque aun sabiendo que hacemos daño nada nos detiene para mentir. Lesionamos a personas en particular y a la colectividad. “Solo tienes patria si la amas”, asegura el papa Francisco. Si le mentimos no la amamos ni tememos al veredicto de la historia.

“La política es la fuerza responsable del bienestar del pueblo”, afirma el Pontífice. Partiendo de esa verdad, no hemos tenido ni tenemos políticos y menos patria. Nos la robaron con sus mentiras haciéndonos desconocer la verdad, descartar la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana, perdiendo confiabilidad, fidelidad y certeza.

¿Cómo es posible que un presidente mienta, mienta y siga mintiendo sin que nadie tenga valor de refutarlo y hacer que nos respete? El poder debe institucionalizar el saber dentro de un régimen de la verdad. Y es lo que nunca hemos tenido.

Nuestros gobernantes han sido fatuos y falaces en demasía, el mentir los mantiene en la farándula de la farsa, creyendo les creemos porque les toleramos. Nada más equivocado. La mentira es fugaz y tiene cómplices, la verdad no, aunque la tengan en el resguardo del silencio cobarde, es eterna. Zelaya y Lobo, falaces insuperados compiten hasta en impunidad.

El primero ha mentido siempre y lo continúa haciendo con una pasmosa desfachatez. Perdió las elecciones, pero ganó a jugar a diputado. No acepta la derrota ni reconoce al nuevo gobernante, pero se acomodará en el legislativo con nuevo “salario”. Continuarán fastidiando con su fracaso provocando una oposición cínica no cívica contra la institucionalidad democrática. Sin principios y sin dignidad.

Lobo mintió desde sus campañas y ahora, al final de su mal gobierno, abusando del poder, quiere darse una imagen que jamás tuvo y miente de nuevo a un costo multimillonario que pudo invertir en prioridades y no para lamentarse explicando sus incapacidades. Es gasto ofensivo, grotesco e inmoral en un país en calamidad financiera por excesos de su pésima administración. “Toda mi vida soñé y me preparé para ser Presidente y servir a Honduras”.

Nada aprendió, se sirvió muy bien y nos cambió el sueño de esperanza por una pesadilla desesperanzadora. No olvidemos que solo la verdad y los hechos que la sustentan salvarán a Honduras. Porque merecemos respeto, nunca más otro gobernante que nos violente con la impunidad de sus malditas mentiras.

Martes 17 diciembre 2013