La preocupación por la epidemia de la roya del café, y sus perjuicios económicos y sociales, no solo debería expresarse con una declaratoria de emergencia, comparecencias en los medios de comunicación o la participación de nuestros altos funcionarios en foros internacionales; lo anterior debe ser acompañado con hechos concretos que ayuden a los productores a lidiar con el dañino hongo.
Por supuesto que se requiere de un plan bien estructurado y consensuado, a nivel nacional y centroamericano, tanto para la estrategia técnica como para la búsqueda de los recursos financieros que se necesitan para enfrentar el mal.
Pero, como tampoco es nuevo, ya los especialistas conocen la forma de combatir y prevenir el hongo. Lo mismo deben existir al menos pequeñas reservas de recursos entre los productores, las organizaciones e instituciones que viven de ellos; así como los propios del sistema bancario público y privado para iniciar, pero ya, el combate de una enfermedad que ha ocasionando graves pérdidas al país, con el riesgo de que se incrementen el siguiente y los próximos años.
Hay acciones que no requieren de tanta parafernalia burocrática y que las organizaciones e instituciones vinculadas al café ya deberían tener al servicio de los productores: pequeños préstamos y asistencia técnica para que puedan realizar labores como podas, recepas, eliminación de malezas, fertilizaciones y fumigaciones, que se sabe resultan indispensables para enfrentar la roya.
Incluso hay una medida que soluciona a largo plazo el problema y que ha sido desarrollada, precisamente en Honduras: el uso de variedades resistentes a la roya, como lempira e ihcafé 90, cuya efectividad resulta más visible en medio de la actual epidemia. A estas alturas el Ihcafé solo debería estar liberando semillas de estas variedades y no de aquellas que son más susceptibles al hongo.
La cuestión es que se debe evitar que la actual emergencia en el sector café siga la misma parsimonia que ya hemos visto en muchos otros campos de la problemática nacional, como la depuración policial y el rescate de las empresas estatales, en las que el denominador común es el nombramiento de comisiones y asesores que dejan pasar los días, los meses y los años, sin que se haga nada efectivo, mientras los males siguen agravándose.