Nuestras organizaciones empresariales y grandes empresarios parecen estar más preocupados por la situación mundial que por lo que ocurre aquí, mientras nuestros diputados y funcionarios públicos parecen haber sido capturados por los grandes compromisos establecidos.
Ambos parecen haber perdido el entusiasmo para exigir y empujar los cambios necesarios para lograr estándares mínimos de eficiencia en servicios tan importantes como salud, educación y seguridad y en general cualquier otro de los que la población depende. Nuestro liderazgo empresarial vive tan atemorizado por crímenes y extorsiones que se ha vuelto incapaz de denunciar.
Entre ellos y el gobierno lo más que se da es la amenaza, pero en ningún momento se ponen en riesgo los intereses y compromisos establecidos por gobiernos pasados y por el presente.
Estas ventajas y concesiones deben respetarse, so pena de desequilibrar la tradicional forma de hacer política y de beneficiarse del Estado.
La tarea de empujar y animar al gobierno para que tome medidas contra la corrupción y el crimen, y para que levante niveles de eficiencia con que se prestan los servicios, ha sido dejada a las protestas callejeras y a voces aisladas de la clase media cansada ya de tanta negligencia.
Y aunque en Honduras han mejorado los índices de desarrollo humano, la población cada vez resiente más los pobres servicios públicos y cada cuatro años acepta resignada una disminuida cuota de esperanza como resultado de los comicios.
Acompaña lo anterior un menor convencimiento de que la democracia es el camino, como lo pone de manifiesto el último Latinbarómetro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las diferentes instituciones del Gobierno de Honduras son manejadas por personas seleccionadas mediante criterios que obedecen al deseo de disminuir la confrontación y armonizar las intenciones de los diferentes grupos políticos y de intereses resultantes de la crisis del 2009.
En este esfuerzo han transcurrido dos años, y al gobierno le queda la misma cantidad de tiempo para constituir una administración eficiente y poder ganar agradecimiento y aprecio de la población. Querer lograrlo, forzosamente implicará cambios en el equipo. Continuar con los mismos jugadores sería como integrar la Selección Nacional de Honduras con jugadores seleccionados en función de recomendaciones de diputados y apostar todo el presupuesto nacional a que van a ganar el campeonato mundial…
¿Quién mejor que la empresa privada para orientar al gobierno en procesos de selección del personal que la administración pública necesita para lograr los cambios que el país requiere? ¿Y quién mejor que la empresa privada para liderar ese proceso de cambio? Sin embargo, las Cámaras de Comercio y el Consejo Hondureño de la Empresa Privada guardan silencio ante el deterioro de las instituciones que integran la administración pública.
¿Qué otras organizaciones tienen mejor conocimiento de la necesidad de tener equipos de alto rendimiento para poder hacerle frente con éxito a la necesidad y la competencia? ¿Quién mejor que ellos para reconocer la necesidad de ser cada vez más competitivos para poder crear condiciones de crecimiento y satisfacción?
Sin embargo, permanecen callados, se amoldan, se adaptan. No protestan sino que prefieren permanecer en silencio en espera de la oportunidad de obtener una ventaja competitiva. Rechazan su derecho de señalar el camino, de ser líderes del proceso de transformación.
Pero va a llegar el momento en que, para dar respuesta a un pueblo insatisfecho, tendremos que incrementar nuestra capacidad competitiva, porque el crecimiento de la productividad es una mejor respuesta que medidas de austeridad que pueden ser interpretadas como resultado de mayor ineficiencia, y que ciertamente serían inaceptables en las actuales condiciones de desempleo.
El señor Presidente en más de una ocasión ha reconocido que la actual situación se debe en gran medida al clientelismo y empleomanía, dos resultados de nuestra particular forma de hacer política y que son precursores de corrupción e ineficiencia. Con adecuada orientación y acompañamiento, es probable que el señor Presidente esté anuente a iniciar un gran proceso de concertación en que los partidos políticos se comprometan a crear las condiciones para una administración pública menos vulnerable a las presiones producto de la misma actividad política y más capaz de proporcionar adecuadamente los servicios que el pueblo necesita. ¡Qué buen año sería!