Opinión

Jamás ocultar la verdad

“No se puede dar la espalda a la verdad, dejar de anunciarla, esconderla, aunque se trate de una verdad difícil, cuya revelación lleve consigo un gran dolor”. Juan Pablo II.

Cada cuatro años hay un nuevo gobierno y un silencio cómplice entre los que se van, los que llegan y los que quedamos. Los idos complacidos y los llegados enloquecidos, ambos disimulan la corrupta heredad para no endilgarse y protegerse, sean o no del mismo partido político.

Nosotros los quedados solo vemos el desfile de los coludidos que nos tienen bien jodidos porque perdemos la memoria del mal recibido y sin reclamar, entramos al jolgorio fatuo y falaz de los que mandan sin gobernarse y roban sin inmutarse.

Escuchamos una que otra queja con una simplista justificación de complicada solución sin el valor de denunciar cómo encontraron las arcas nacionales y a los que arrasaron con ellas.

Todo se oculta y nos vuelven a mentir. Distorsionan la verdad con el mismo cuento de nunca acabar. Secreto de colusión.

Este gobierno de JOH en un mes ha dejado al descubierto la incapacidad, improbidad y deshonestidad de Porfirio Lobo Sosa. Inocultable verdad. Este hombre, que con sorna graceja se burló de todo y de todos, toleró que la corrupción descalificara su gobierno. No dejó ninguna institución libre de trampas y tramas, complicando más la gobernabilidad, ahora casi irrecuperable. El que permite la corrupción es corrupto. Verdad absoluta.

Por inaceptable indiferencia dejó deudas impresionantes y con su incapacidad gerencial “quebró” instituciones como Hondutel, Soptravi (caldo corrupto aún sin destapar), IHSS y Salud (criminal robo al dolor), ENEE, Portuaria y otras muchas, donde primó la corrupción, el nepotismo y la desidia fomentada y silenciada por el único responsable de los dos peores - con Zelaya - gobiernos que hemos soportado.

Ambos, ahora en premio ofensivo al pueblo, reciben sueldo vitalicio por el servicio antipatriótico de hacernos fracasar como nación. Nadie los acusará ni serán nunca enjuiciados por su alevoso actuar contra las finanzas y el progreso de un pueblo noble que les confió su administración. Maldita impunidad.

Es tiempo que como país serio y respetuoso de la ley tengamos uno o varios presidentes, funcionarios y parentelas enjuiciados y llevados presos por su incalculable e inocultable corrupción.

¿Por qué no lo hacemos, por qué permitimos que se nos violente por ser ciudadanos honrados y se nos hurte hasta la esperanza y el deseo merecido de una Honduras libre de funcionarios delincuentes, incapaces y voraces?, ¿y la rendición de cuentas y la declaración de bienes? ¡Carajos!

Hemos perdido la esencia del ser y la conciencia de no ser al sustituirlas por la aceptación de seguir siendo los cobardes que hemos sido.

Si votamos por el futuro debemos exigir ese cambio que nos haga dignos de un gobernante que se empeñe en adecentar el sistema político y jurídico, y que nos demuestre que su único compromiso es con esta patria reiteradamente abusada.

La corrupción y los corruptos están al alcance de la justicia, el peligro es que “cuando la conciencia pierde la resistencia descubre la indecencia”.

La verdad es eterna, la mentira efímera. Un gobernante honesto no puede ni debe ocultar la verdad. Jamás.