Fuera de los extremos del mundo político, la inseguridad y la pobreza, hay muestras de que Honduras tiene otros mundos diferentes. Es posible alcanzar una especie de admiración y respeto, que venga desde ciudadanos de otras naciones, por aquello que constituye la nación hondureña: su gente, recursos y territorio. Otros, a esto le llaman imagen de país. También, hablan de reputación de país. Pero, antes de todo, nada funciona sin el respeto propio. Ahora bien, ¿qué camino tomar?: ¿queremos transar con los bienes del país?, o ¿queremos ser una nación que tiene apego a su gente, que crece, que se desarrolla, que incluye a todos en el gozo de su riqueza? Cabe otra pregunta: ¿realmente queremos cambiar o apenas hacernos una imagen?
Enseguida, enuncio algunas muestras de enrumbar la nación. Tenemos, Honduras is Open for Business. Reconozcamos la importancia de este evento, aunque aclaremos que el mismo no resuelve las preocupaciones sociales, sino promueve un 'destino de inversión'. Es un evento empresarial, donde prevaleció el tradicionalismo mercantilista. Definitivamente, el mundo empresarial se interesó por Honduras. Pero yo no haría tanta algarabía cuando un empresario como Carlos Slim muestra interés por Honduras porque aquí es un paraíso para la inversión, y no tanto así en los países desarrollados, donde el Estado protege los recursos y reservas estratégicas de la nación. Otro evento magno fue la Cumbre Mundial de Afrodescendientes. La ciudad de La Ceiba se convirtió en la capital del mundo afroamericano, y la UNAH-CURLA en el espacio apropiado para demandar un desarrollo integral con identidad. Como resultado, tenemos la declaratoria y el plan de acción de la cumbre. También estamos obligados a mencionar a Honduras Global, una red de conocimiento para el desarrollo, que guiada por el científico hondureño Salvador Moncada conecta a hondureños (as) altamente calificados y triunfadores a nivel mundial y transfiere conocimiento a otros…
Y lo menciono aparte porque es en este evento en el que me quiero concentrar: I Simposio por la Identidad Regional y la Imagen de País. Este evento, sin lugar a dudas, supera a los demás porque aglutinó a múltiples actores de la vida nacional. En pocas cosas, uno siente efervescencia en el alma, la mente, y el cuerpo. Pues en este simposio tuvimos efervescencia, y ahí está el germen de la consolidación de un Estado-Nación. Para aprovechar, ya debería estar resuelta la inquietud de ¿qué sigue?
En primer lugar, me pareció discordante el tratamiento de los temas. Por un lado, vimos el tratamiento de la identidad regional. Y por otro lado: imagen de país y marca de país. Dirán que otros países lo están haciendo. Aún cuando así sea, Honduras no es ni Chile ni Colombia (que fueron los casos presentados), para establecer como punto de partida para el desarrollo la noción de producto-país. Además, mientras Sergio Boisier -conferencista de la identidad regional-, hizo gala epistemológica, contextualizó, debatió, planteó contrapuntos, familiarizó, etc.; la intervención de los demás se resume a una charla básica de introducción a la mercadotecnia. Claro, que podemos entronizarnos en la arrogancia de los tecnicismos, pero eso no pasa de ser una mecánica que no deriva en solución para la complejidad del desarrollo, y para la compleja situación de Honduras.
Aclaro a que me refiero antes. Mientras Boisier habla de la verdadera traba de la identidad, que sólo se lograría cuando las personas-objetos sean sujetos, o cuando el ser humano se transforme en persona humana, adquiriendo de paso la capacidad para autodefinirse y autoconstruirse; los demás conferencistas refieren a la simpleza de ver a la identidad ligada a una imagen o a una marca. Lo riesgoso es que se haya quedado más diseminado el discurso de la marca que la traba de la identidad.
Atento en el concepto de imagen y marca de país, repasé o aprendí lo siguiente (de la mano de un discurso cacofónico y no muy nuestro): que todo pasa por un asunto de 'branding', que Honduras debe aspirar a ser una 'Brand Champion', que el presidente de la República debe asumir su rol del mayor 'partnership' de todos, que apliquemos 'benchmarking' a los casos de Chile y Colombia, que los que estábamos ahí somos los 'stakeholder', y que procedamos metodológicamente con los 'focus group'. ¿Cómo se entiende lo anterior en medio de un evento sobre identidad nacional? De todas formas, para el que no entendió todo aquello se resumió como 'reputación de país'.
Tratando de entrar en otros aspectos y viniendo del oficio municipalista, apelo por una confianza en los gobiernos locales. La conformación de los Consejos Regionales de Desarrollo tiene que asegurar un equilibrio entre la representación del gobierno local y los demás miembros (sin embargo la ley indica que entre la sociedad civil, ONG e instituciones internacionales, suman 20 miembros en cada CRD). También, sigue siendo necesaria la consolidación de las mancomunidades, que es la instancia técnica de las municipalidades donde históricamente han estado descansando iniciativas sociales de desarrollo regional. La ley dice que los CRD son instancia de diálogo, pero también de propuestas, rol que también ejercen las mancomunidades. Me pregunto, si las mancomunidades no padecerán de apoyo técnico y financiero con el surgimiento de la nueva institucionalidad del Plan de Nación.
Hay algo que no quiero olvidar: es un error situar una Visión de País 2010-2038 y además un Plan de Nación 2010-2022. Basta con un Plan de Nación; y los planes contienen a la visión en sí mismos. Los planes se conforman de un diagnóstico y un plan propiamente dicho. Su marco lógico se estructura de: visión, misión, políticas, objetivos, ejes estratégicos, líneas de acción, programas y proyectos, componentes, tareas, y actividades.
Siendo que la visión es lo que queremos: 'es la imagen objetivo que proponemos hoy de la Honduras que queremos en 28 años'; entonces, la misión es lo que hacemos. Acá, al Plan de Nación se le está dando categoría de misión, cuando se le conceptualiza como 'una guía de acciones específicas para alcanzar la visión de país'. En el entendido de que el Plan de Nación va hasta 2022, ¿qué inercia operará para que en los siguientes dieciséis años la visión de país se cumpla? Aquí se configura otro vacío metodológico del Plan de Nación. Al menos en su trasfondo, del Plan, imagen no se traduce como mercadotecnia, pues se hace una referencia expresa a imagen objetivo que a su vez es la visión de país.
Lo atinente a la integralidad también amerita comentario, porque apenas el Plan de Nación resalte a la cuenca y lo ambiental como lo más importante, ya las otras variables del desarrollo (socioeconómico, historia y cultura, administración-instituciones, infraestructura), quedan en desbalance. En estos asuntos si algo debe resaltarse es lo social y cultural, dado que han sido las variables olvidadas del desarrollo. Ciertamente, la lógica del agua (la cuenca) y la participación ciudadana; ambos, son elementos de confluencia social.
Volviendo a la idea de la reputación; la misma no puede ser sin participación ciudadana. En un artículo que escribí en el año 2000 y que publicó la revista de POSCAE, situaba a la participación como uno de los insumos para el desarrollo, entre otros: deseo eficaz, clara visión del desarrollo, estrategias participativas, incentivos que promuevan acciones del desarrollo y reflexión sobre el sentido del desarrollo.
En la misma línea, para enrumbar el Plan de Nación debe asumirse una planificación participativa. El Plan presenta vicios de planificación normativa, donde unos pocos planificaron y otros tantos lo adoptarán; en su prospectiva, es necesario construirle escenarios múltiples (diversas imágenes de país); lo que más apremia es la planificación estratégica situacional (el desarrollo económico local); en términos de calidad total, el sistema de medición desde un Plan de Nación es el bien común; hay que resocializar a las instituciones del Estado, que vuelvan a su rol central basado en la gente. La planificación participativa es voluntad política y es diferente de socialización.
Más que reputación de país, se requiere una linealidad en los planes de gobierno, Estado y nación. Dado que esta cultura de planificación no ha existido; como auxiliar planteo algo que denomino 'linealidad forzada' en al menos tres campos del desarrollo: desarrollo municipal, desarrollo educativo, desarrollo rural. En lo municipal ha existido una discontinuidad total. Pero, se pueden rescatar los enfoques parciales de cada gobernante y forzar el desarrollo: Callejas avanzó en el enfoque político, Reina en lo jurídico, Flores en lo social, Maduro en lo económico, y Mel Zelaya en el ámbito de la pobreza. En lo educativo, opera un factor péndulo. Podemos agrupar por un lado a Callejas, Flores y Maduro, con visiones de mercado, la organización cambiante y competitividad, respectivamente. En el otro extremo a Reina y 'Mel' Zelaya, con estrategias de formación ciudadana, y, dosis de asistencialismo y populismo. En lo agrícola se observa una desaparición forzada del desarrollo: la Ley para la Modernización y el Desarrollo del Sector Agrícola terminó en contrarreforma agraria.
La propuesta de linealidad forzada se traduce en un pacto político duradero, que priorice a la gente por encima de la maximización de la ganancia. Ello garantizaría que el Plan no pierda su rumbo. Revisando la historia de Honduras, se cita un Plan de Acción Inmediata 1982-1986, que derivó en un Plan de Desarrollo Nacional 1987-1990; pero esto se reemplazó por los Planes de Ajuste Estructural, a partir de 1990. De ahí, no se tuvo plan hasta que el huracán Mitch obligó el Plan Maestro de la Reconstrucción y Transformación Nacional (1999). Y ahora el Plan de Nación 2010-2022.
Ligado a la reputación, con este Plan hemos ganado, porque es el primer ejercicio genuino de país. La imagen de país queda salvada con los principios humanos del Plan de Nación: desarrollo sostenible de la población; educación y cultura como medios de emancipación; seguridad ciudadana como requisito del desarrollo; y, salud como fundamento de la calidad de vida. Por lo menos, eso es lo que está escrito.