El histórico acuerdo alcanzado esta semana entre Irán y los países del grupo 5+1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) es fruto del nuevo enfoque de la realidad mundial promovido por el presidente Barack Obama e impulsado por la apertura mostrada desde su llegada al poder por su actual homólogo iraní, Hassan Rohaní.
El pobre resultado de la “guerra contra el terrorismo” desatada por George W. Bush, tras el 11-S, tanto en Irak como en Afganistán, obligó a Obama a buscar en el diálogo una mejor respuesta a la defensa de los intereses estadounidenses; de la misma manera que el radicalismo del expresidente Mahmud Ahmadineyad, que colocó a Irán al borde de la guerra, empujó a Rohani a adoptar una postura más conciliadora.
Durante todo el proceso final de una negociación que llevó más de una década, tanto Obama como Rohani han debido enfrentar a los extremistas de sus respectivos países que fueron los primeros en expresar su malestar con el acuerdo logrado que al menos en el caso de Irán ya cuenta con la bendición del máximo líder espiritual, el ayatollah Alí Jameneí, pero con duras críticas de los más conservadores que desconfían de Washington como ha ocurrido entre congresistas republicanos en Estados Unidos, alineados con la posición del gobierno israelí que lo considera “un error de proporciones históricas”.
Aunque el acuerdo en realidad solo contempla la aceptación por parte de Irán de renunciar a la bomba atómica en el programa nuclear que Teherán asegura solo ha tenido propósitos pacíficos y civiles y a la suspensión del embargo financiero que ha estado impidiendo que Irán haga uso de todo su potencial económico, lo cierto es que tiene implicaciones en diversos campos de las relaciones internacionales.
Las guerras que actualmente se libran en medio oriente y en el norte de África, con un alto componente religioso y particularmente sectario entre chiitas y sunitas no hay dudas que son estimuladas o influenciadas por las posiciones del régimen teocrático chiíta de Irán y las satrapías sunitas como la de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.
Pero también se dan coincidencias como la que comparten tanto Irán como Estados Unidos y las demás potencias occidentales y hasta los gobiernos dominados por sunitas de la región, tal es el caso de la guerra contra Estado Islámico.
Hasta ahora, el único país que se opone virulentamente al acuerdo es Israel, aunque también Arabia Saudita ha expresado su temor de que el progreso de Irán pueda resultar dañino a sus intereses. Pero, lo cierto es que el diálogo ha demostrado, una vez más, ser la forma más efectiva y civilizada de solucionar conflictos.