Su Santidad Benedicto XVI ha solicitado a la comunidad internacional tanto una profunda reflexión sobre la más reciente crisis global del capitalismo que continúa golpeando a la humanidad -particularmente a las mayorías- como la implementación de nuevas reglas financieras que regulen la vida económica tanto mundial como nacional.
La coyuntura es ciertamente propicia para modificar el comportamiento tanto de los megabancos como de los especuladores, cuyo afán de enriquecimiento en el menor tiempo posible y sin prácticamente regulaciones legales y éticas provoca severos dislocamientos tanto para las finanzas públicas como, por consecuencia, en las condiciones de vida de millones de seres, actualmente inmersos en el desempleo -incluso crónico-, en la desprotección como resultado de los recortes presupuestarios en salud, seguridad social, educación, y en un ambiente de incertidumbre ante lo que ocurrirá en el futuro cercano.
También en lo político son visibles las repercusiones producto de las embestidas especulativas, provocando incluso cambios de gobierno en Islandia, Irlanda, Italia, España, Grecia, entre otros países europeos, al igual que manifestaciones masivas en contra de los programas de ajuste y reestructuración que impactan en la calidad de vida de las mayorías.
Ese descontento e indignación generalizado se han concretado en protestas multitudinarias desde Madrid a Nueva York, desde Santiago de Chile a Tel Aviv, encabezadas por los jóvenes, el sector más golpeado por la severa recesión y cuyas posibilidades de avance e inserción en el mercado laboral son prácticamente nulas.
Dada la enorme autoridad moral que deriva de su alta investidura, es de esperar que la exhortación papal encuentre oídos receptivos en los centros de poder mundiales, restableciendo necesarios controles y normativas que permitan nuevamente la regulación del sistema bancario global bajo leyes que sean transparentes y de cumplimiento obligatorio.
No es posible continuar viviendo bajo crisis cíclicas que ponen en precario la indispensable estabilidad y confiabilidad en las relaciones internacionales, necesarias para el mantenimiento del orden y la paz mundiales, requisitos básicos para la convivencia pacífica entre pueblos y naciones, aspiración y anhelo de la humanidad a lo largo de su historia.
Tampoco es permisible que sectores privilegiados disfruten de prebendas especiales como las condonaciones y rebajas de impuestos que atentan contra el principio de igualdad jurídica.