Campo fecundo de las ciencias políticas es la Teoría del Estado. Conocer las primeras imaginaciones del hombre sobre la articulación social, el sueño griego de democracia contra la verticalidad totalitaria, el viejo y nuevo régimen, el Iluminismo y el derecho electoral, Norteamérica como adalid y posteriormente el fascismo, nacionalsocialismo y comunismo, ocuparían al humano décadas de estudio, observación y reflexión para dominarlas…
No se ocupa ser sabio, empero, para reconocer que la Honduras presente marcha mal, en específico su acción de Estado. Luego de las concepciones morazánicas y liberales del Estado como centro de conducción entera de la vida social, de la separación con la iglesia (Estado laico), del liberalismo de Rosa y Soto y la alabanza al capitalismo comercial, el país ingresó en los años sesenta del siglo XX a sustituir importaciones, procurar el bienestar social y operar con economía planificada (Consuplane). Después el neoliberalismo destruyó todo y el Estado es hoy agencia de colocación de inversiones, otorgador de privilegios y exenciones, nido para capitales internacionales alejados del interés histórico de la nación; peor todavía, un Estado gestionador de la desintegración misma del Estado mediante la reducción de proyectos sociales, guardaespaldas policiaco y militar del dinero ajeno y consentidor (ocultador) de corrupción y cohecho.
Cuando el Estado reduce los deberes del impuesto sobre renta a la empresa privada pero a la vez aumenta el impuesto de ventas —universal y cruel tasa ya que se paga a cada momento y por toda clase social— ¿qué hace sino discriminar para favorecer al poderoso? ¿Cómo siendo Honduras el espacio centroamericano con mayores depósitos minerales, el Estado otorga miles de exenciones y recibe solo 2.0% de ingreso anual por la explotación de su más grande riqueza telúrica? ¿Somos ignorantes que entregamos la onza de oro de la tierra a US. 110.00 para que la transnacional la venda en Bolsa neoyorquina a $. 1350.00…? ¿Estúpidos creen que somos, o somos…?
Luego viene el Estado y exime, según expertos, un brutal monto de treinta mil millones anuales a la empresa privada y organizaciones a la vez que depende de préstamos con el FMI. Esos mismos expertos revelan que la evasión fiscal asciende a otros treinta mil millones anuales con lo que, si se lograra cobrarlos, se eliminaría la bancarrota presupuestaria y ocurriría más bien superávit. La directora de DEI denunció recientemente que una sola empresa local percibió en 2014 ingresos por treinta y dos mil millones, pero que alega pérdidas y evade impuestos. Silencio sepulcral, ¿somos o somos morones?…
Añadido al desigual esquema opera el “tazón” de seguridad, con que se esquilma a quien realice, por mínima, cualquier operación bancaria. El multimillonario fondo no solo es manejado con secretividad, cual clandestino, sino que se ha colado la noticia de que registra un déficit ¡de L 5,000 millones! Y entre tanto el gobierno contrata a más activistas para cobrar cheques indebidos en ENEE, Hondutel, otros, por lo que no queda duda de que estamos ante lo que Lenin nombraba el “Estado parásito”, un ente que vive de expoliar al ciudadano común, que se nutre y sustenta de él, como tenia solitaria o sanguijuela.
Cosa que probó el vasto desfalco al IHSS, cuando la clase política que ocupa el poder desde al menos tres décadas llega a tal grado de impunidad que ya le no importa robar descaradamente, con absoluta mentira, total cinismo y permanente protección judicial. El parásito se encasquetó en el sistema de tal forma que ya parece imposible erradicarlo sin fuerza, extirparlo sin violencia, cambiar su acción sin una rebelión siquiera moral. El adefesio estatal absorbe más de lo que proporciona.
Pero si el pueblo no se atreve tendrá sufrimiento para rato. Que ore y pelee, quizás le sirva la oración de Mafalda: “Señor, está bien que nos hicieras de barro, pero ayúdanos a salir del pantano…”.