El sacerdote católico Jesús Valladares, fallecido el pasado domingo en Choluteca, es de esos religiosos excepcionales, que no solo cumplen plenamente el mandato cristiano de amar al prójimo demostrándolo con hechos concretos, sino que trascienden el mero proselitismo religioso para introducirse literalmente en el alma de los pueblos donde trabajan.
El padre Valladares, que había llegado en 1962 a la sultana del sur, procedente de su Cuba natal, combinó eficientemente su labor pastoral con un decisivo impulso al desarrollo social y cultural y su contribución para el establecimiento en la zona de importantes instituciones como universidades, el Cuerpo de Bomberos, la construcción de un aeropuerto y otros.
Una de sus obras de mayor impacto humano es su casa hogar para niños desamparados o en extrema pobreza, a quienes no solo proveía de todo lo materialmente necesario para llevar una vida digna, sino que también les proporcionaba el amor que se les había negado, acompañando su formación educativa al grado de que muchos de los primeros que llegaron son hoy incluso profesionales universitarios.
En una fructífera combinación entre labor pastoral y extensión cultural, el padre Jesús instituyó también la boda campesina, la cual consistía en escoger una pareja y financiarle la boda, incorporando en la ceremonia todos los componentes característicos de las que se realizaban antaño, rescatando así las tradiciones y reforzando al mismo tiempo la institución del matrimonio.
Su profundo amor por el arte tradicional y su creencia firme en la capacidad del hondureño y en que un mejor futuro para Honduras está en el campo, lo llevó también a ir juntando músicos de todas las zonas rurales de Choluteca que visitaba hasta conformar la única Orquesta Campesina, integrada por 43 miembros entre guitarristas, violinistas, mandolineros y acordeonistas.
En respuesta a su entrega, el pueblo de Choluteca siempre expresó gran cariño, respeto, admiración y agradecimiento, como fue ratificado el lunes cuando sus restos mortales se reencontraron con la tierra en una multitudinaria ceremonia en la que abundaron las muestras de tristeza, pero también aplausos y profundo agradecimiento.