Las negociaciones que se desarrollan en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre un tratado que busca reglamentar el comercio de armas convencionales tuvieron un revés por la oposición de Siria, Irán y Corea del Norte; países reacios a pactar un tratado que limite sus carreras armamentistas, sobre todo Irán y Corea del Norte que se han opuesto a las supervisiones de sus programas nucleares.
Lo polémico es que los cinco países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto que impulsan el nuevo tratado y que han liderado las sanciones en contra de iraníes y norcoreanos: Estados Unidos, China, Rusia, Inglaterra y Francia, son los mayores fabricantes y exportadores de armas en el mundo. Estados Unidos cuenta con siete de las 10 grandes compañías fabricantes de armas. Por eso, más allá de las bondades que tendrá un tratado de esta naturaleza para la convivencia pacífica, lo que buscan estas potencias es salvaguardar sus intereses económicos y su hegemonía militar para continuar con el monopolio de la tecnología militar, la producción y el comercio de armas.
Indudablemente que un arsenal nuclear en manos de la delirante teocracia de Teherán que amenaza con la estabilidad política en el Oriente Próximo y en poder de la bravucona dictadura de Piongyang, que intenta desatar una guerra en la península coreana, ameritan controles. Sin embargo, el tratado que se discute no será para frenar la carrera armamentista, sino para acentuar más el poder militar de estas potencias, cuya maniobra política es frenar la industria militar de algunos países emergentes.
La crisis que vive Europa y el peso que han alcanzado China e India en la economía internacional han abierto un nuevo escenario en el orden mundial y si a esto se suma el papel que están jugando los países del arco del Islam en el tablero geoestratégico han hecho que el péndulo de la geopolítica mundial se concentre en el Oriente Medio, el Asia del Este y el Asia-Pacífico.
Sin dudas que en los próximos años, el Asia-Pacífico será una de las regiones más neurálgicas para la política militar de EE UU. De allí la trascendencia de las palabras del exsecretario de Defensa, Leon Panetta, cuando dice que para el 2020, el 60% de la flota naval de EE UU estará situada en dicha región.
Estos nuevos movimientos en el mapa de la geopolítica mundial y las tensiones militares que se viven en el mundo árabe, el Oriente Medio, Asia del Este, el Lejano Oriente y en menores escalas los conflictos en el África Subsahariana y las carreras armamentistas de países como Brasil y Venezuela en América Latina han generado un incremento en el comercio de armas.
Según el último informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri) sobre las ventas de armas en el mundo en el período comprendido entre 2008-2012, Estados Unidos controló el 30% de ese comercio, seguido por Rusia con 26%, Alemania con el 7%, Francia con el 6%, China con 5% e Inglaterra con el 4%. Cifras que indican que estos seis países dominan el 79% de las ventas de armas.
La lista de los mayores importadores de armas la lidera India con el 12%, China con el 6%, Pakistán con el 5%, Corea del Sur con el 5% y Singapur con el 4% y, desde luego, eso explica hasta cierto punto los virajes en las tensiones mundiales.
El de las armas es un negocio que en el caso de China ha crecido en la última década en un 162%, pero a pesar que ha desplazado del quinto lugar a Inglaterra como productor de armas, sus ventas solo representa el 5% del comercio mundial. Pese a que los países europeos disminuyeron en un 20% sus negocios militares como consecuencia de la crisis económica, siguen con Estados Unidos teniendo la supremacía en la producción y ventas de armas en el mundo. Esta es la doble moral de la política internacional de los países desarrollados, los mismos que le venden tecnología militar y armas a naciones como Siria, Irán y Corea del Norte para que cometan las matanzas más atroces.