Realmente la gestión del presidente Porfirio “Pepe” Lobo durante este tiempo refleja su propia personalidad: dice una cosa, piensa otra y hace otra. Primero los ministros podían hacer política, pero hoy no, aunque existen varios ministros que por bajo y por el frente hacen política.
Después maneja la tesis de no depurar la Policía y después de unos ratos dice que sí y hoy parece que todo se olvidó.
Salió con el tema de la discusión de la despenalización de las drogas con Otto Pérez, mandatario de Guatemala, pero al rato se alineó con Funes, en El Salvador. Salen unidos y en la Cumbre, divididos.
Peor aún. Nombra un ministro, lo despide por publicación y uno sale en los medios autonombrado, pero al final otra persona sale de las manos del mago.
Sale nuestro Presidente como salvador de los presidiarios hablando de proyectos, pero no existen obras o centros penales y ordena a los militares salir a las calles…
Es entrevistado en Honduras y no dice nada del golpe de Estado, afuera es un hablador manifestando que hubo golpe, pero después de un tiempo plantea la salida de militarizar el país.
Exige a los empresarios el pago de tributos y despide a su mejor recaudador José Guillén, pero insiste con el uno por ciento que el mismo funcionario mantuvo.
Ordena impulsar Palmerola y no se sabe si existe posibilidad de construirlo al igual que los más de 200 proyectos de energía renovable.
Ha de generar mucha confusión trabajar con una persona tan voluble e inverosímil en su manera de pensar y actuar.