En momentos en que el país está siendo azotado por la que sería la tercera ola del covid-19, Honduras recibió ayer un lote de 6,000 dosis de la vacuna Sputnik V comprada a Rusia.
Los inoculantes están llegando a cuentagotas.
Sin fecha de entrega está un segundo lote de la vacuna de AstraZeneca por parte del fondo Covax de la OMS, así como el resto del lote de 4.2 millones de dosis comprados a Rusia.
Lo anterior es nada más el reflejo de la falta de previsión de las autoridades sanitarias hondureñas, que, incluso, se negaron en un primer momento a acuerdos de compra con las empresas farmacéuticas que vinieron a proponer su venta cuando todavía estaban en las etapas de prueba.
Costa Rica y Panamá hicieron lo propio y el resultado es más que palpable. Son, hoy en día, los países de la región que están a la cabeza de los procesos de inmunización de sus poblaciones, y a ellos se ha unido El Salvador, que ha logrado tener acceso a importantes donaciones por parte del gobierno de China.
Ahora, en medio de la creciente demanda de la población, se anuncia el viaje (para muchos innecesario en la era de las tecnologías de la comunicación que podrían ser utilizadas para hacer esas gestiones) de una delegación de funcionarios a Rusia para agilizar la entrega de las compras acordadas.
Lo más dramático es que mientras los funcionarios planifican su viaje a Rusia, y muchos otros salen a vacunarse a Estados Unidos, los pobladores de a pie, los que no tienen dinero para ir a buscarla al extranjero, están expuestos a un virus altamente agresivo, que está matando y enviando a los hospitales y triajes a centenares de personas.
Ante la incertidumbre de la llegada de más vacunas en el corto tiempo, vale una vez más el llamado a la población: observar las medidas de bioseguridad por todos conocidas es la única forma de hacerle frente al mal que nos acecha.