Tanto la nación insular asiática como el país europeo se encuentran en la actualidad crecientemente amenazados y expuestos a ser agredidos por ejércitos chinos y rusos, respectivamente.
En el primer caso, Beijing intenta justificar, erróneamente, que Taiwán forma parte de su territorio, argumento que es refutado por la historia y el derecho internacional por cuanto nunca ha ejercido, a lo largo del tiempo, actos de posesión y soberanía en dicho archipiélago.
Señales ominosas las constituyen las crecientes penetraciones aéreas y navales chinas en los espacios y aguas territoriales taiwanesas. En el segundo, Ucrania ya ha sufrido despojo territorial por parte de Moscú, al anexarse Rusia por la fuerza la península de Crimea, pese a haberla cedido durante la existencia de la URSS a Ucrania.
Actualmente, diez mil tropas rusas están concentradas en posición de combate en la frontera común. Si Putin ordena invadir, surgirá inminente peligro de un conflicto más amplio que involucraría a Estados Unidos y a la OTAN.
Ambos se han comprometido públicamente a apoyar a Ucrania acudiendo a su defensa. Rusia no se resigna a ya no ser la superpotencia y pretende continuar ejerciendo hegemonía sobre las repúblicas vecinas, algo parcialmente alcanzado.
Ni Taiwán ni Ucrania poseen efectivos militares ni arsenales en cantidades adecuadas que puedan neutralizar una ofensiva en gran escala. Así, la diplomacia es el recurso disponible al que pueden recurrir, y así lo están haciendo.
Honduras, como país amigo del pueblo y gobierno taiwanés, debe hacer sentir su solidaridad, de forma inequívoca, expresando su repulsa pública ante la ONU.
La paz regional y mundial están peligrando y el mundo no puede mantenerse indiferente a una conflagración que podría alcanzar consecuencias imprevisibles para la frágil estabilidad geopolítica, social y económica actual, agravada por la pandemia global
En el primer caso, Beijing intenta justificar, erróneamente, que Taiwán forma parte de su territorio, argumento que es refutado por la historia y el derecho internacional por cuanto nunca ha ejercido, a lo largo del tiempo, actos de posesión y soberanía en dicho archipiélago.
Señales ominosas las constituyen las crecientes penetraciones aéreas y navales chinas en los espacios y aguas territoriales taiwanesas. En el segundo, Ucrania ya ha sufrido despojo territorial por parte de Moscú, al anexarse Rusia por la fuerza la península de Crimea, pese a haberla cedido durante la existencia de la URSS a Ucrania.
Actualmente, diez mil tropas rusas están concentradas en posición de combate en la frontera común. Si Putin ordena invadir, surgirá inminente peligro de un conflicto más amplio que involucraría a Estados Unidos y a la OTAN.
Ambos se han comprometido públicamente a apoyar a Ucrania acudiendo a su defensa. Rusia no se resigna a ya no ser la superpotencia y pretende continuar ejerciendo hegemonía sobre las repúblicas vecinas, algo parcialmente alcanzado.
Ni Taiwán ni Ucrania poseen efectivos militares ni arsenales en cantidades adecuadas que puedan neutralizar una ofensiva en gran escala. Así, la diplomacia es el recurso disponible al que pueden recurrir, y así lo están haciendo.
Honduras, como país amigo del pueblo y gobierno taiwanés, debe hacer sentir su solidaridad, de forma inequívoca, expresando su repulsa pública ante la ONU.
La paz regional y mundial están peligrando y el mundo no puede mantenerse indiferente a una conflagración que podría alcanzar consecuencias imprevisibles para la frágil estabilidad geopolítica, social y económica actual, agravada por la pandemia global