Editorial

Salvar la democracia

El mundo observó horrorizado a los partidarios violentos del presidente estadounidense Donald Trump que el miércoles anterior protagonizaron uno de los actos más bochornosos vividos por la considerada primera democracia mundial: asaltaron las oficinas del Capitolio en un intento de evitar la ratificación del triunfo del demócrata Joe Biden en las elecciones del 4 de noviembre pasado. La revuelta de los seguidores del gobernante, que sigue negándose a reconocer su derrota y ha tratado hasta el último minuto de retener la presidencia sin importar las consecuencias, hizo recordar hechos similares que hasta ahora se creían exclusivos de países en desarrollo, con democracias débiles, en las que pseudolíderes buscan llegar o mantenerse en el poder a cualquier costo. La acción que ha terminado con al menos cuatro muertos y unas 20 personas heridas, ha dado paso a las voces de líderes políticos de esa nación, incluida la presidenta del senado Nancy Pelosi, que piden se aplique al gobernante la enmienda 25 de la Constitución de los Estados Unidos que habla sobre la sucesión del presidente y establece las condiciones en las que se le puede inhabilitar, entre ellas la falta de capacidad para ejercer el cargo. Pelosi ha dicho: “Trump es mortal para nuestra democracia y nuestro pueblo. Necesita irse ahora (...)”.

La petición está sobre la mesa, y mientras se decide sobre ella, lo sucedido en Washington deja lecciones que aprender a países en los que las clases políticas buscan aferrarse al poder por sobre las leyes que rigen sus sistemas.

En medio del caos, Estados Unidos ha enviado un importante mensaje al mundo, y es que la fuerza de sus instituciones está incólume para seguir defendiendo el sistema político que los ha llevado al sitial que ocupan, hacer valer la voluntad de sus electores frente a los arrebatos de pseudolíderes que desconociendo esa voluntad buscan aferrarse al poder, allanar el camino para una transición pacífica del poder y salvar la democracia.