La emergencia y propagación del coronavirus en el mundo ha sido enfrentada de manera diversa por distintos regímenes. Algunos, inicialmente, minimizaron su gravedad, adoptando un equivocado sentido de complacencia, mintiéndole a sus pueblos al afirmar que todo estaba controlado. La dura realidad refutó esa engañosa afirmación en la medida que crece vertiginosamente el número de personas infectadas, sin que los sistemas sanitarios públicos pudieran copar con las complejidades del desafío. El actuar tardíamente, de manera limitada, con insuficiente capacidad de reacción oficial, ignorando que la pandemia afecta la salud, economía y la seguridad nacional, ha desnudado la incompetencia gubernamental, por ejemplo, al aplicar de manera selectiva, con favoritismos hacia ciertos sectores influyentes, la prueba que determina si se está o no infectado.
Este criterio discriminatorio ha sido repudiado por las mayorías ayunas de riqueza y poder, colocándolas en situaciones de riesgo. Las trabas y demoras en recibir cobertura sanitaria, al igual que la insuficiente información sobre cómo y dónde acceder a hospitales y centros asistenciales, han sido otra causa de justificado descontento colectivo.
Otros gobiernos buscaron chivos expiatorios, inmigrantes y otros países, con el fin de eludir la propia responsabilidad, en un lavatorio de manos que ha quedado evidenciado ante la opinión pública nacional e internacional.
Reconocimiento público merecen naciones como Taiwán, Corea del Sur, Singapur, por haber actuado pronta y eficazmente, sin tener que silenciar a la prensa, atentando contra del derecho ciudadano a la información veraz, tal como lo hizo China, que incluso llegó a censurar y someter al ostracismo a médicos que anunciaron tempranamente la gravedad del nuevo virus.
Una lección que ningún gobierno debe olvidar es esta: el interés nacional debe estar por encima del interés político personal y partidario. Sus respectivos pueblos pasarán la factura más temprano que tarde, al momento de concurrir, vía voto, a manifestar su aprobación o reprobación ciudadanas.