Editorial

Reformas electorales

El proyecto de reformas electorales elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA) ya está en el Congreso Nacional y los diputados, al menos de la bancada oficialista, han expresado su “buena voluntad” de iniciar con su discusión y aprobación. }

Están contra el tiempo, ya que las reformas electorales constitucionales deben ser aprobadas antes de que concluya la presente legislatura (el 24 de enero) y ser ratificadas en la siguiente, que inicia el día 25. La discusión, aprobación y ratificación de estas reformas es de suma urgencia para el país. La reunificación de la familia hondureña y alcanzar la tan anciada paz social pasa por esto. El país no puede permitirse llegar a un nuevo proceso electoral con las mismas reglas del juego imperantes en los dos procesos anteriores, que tanto daño causaron al país por la falta de confiabilidad en los mismos. Los políticos lo saben y es su responsabilidad sentar las bases de un nuevo proceso que sea a todas luces transparente y confiable. No hacerlo profundizaría la crisis política que arrastra el país desde 2009 y que, aunque son muchos los que no quieren aceptarlo, frena el pleno desarrollo de la economía nacional y por ende el bienestar de la población más pobre de América. La clase política, los que se autodenominan líderes políticos, deben entenderlo así e ir al proceso de discusión de las reformas con una posición más abierta, dejando de lado, como lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, las posiciones personales y de grupos. Ya es tiempo de que piensen en el bienestar de la nación, una nación pobre, que demanda se sienten las bases de procesos electorales transparentes, que aseguren que la voz del pueblo expresada en las urnas no sufrirá distirciones ni alteraciones de ninguna índole, en el que se respete la institucionalidad del Estado en todos sus sentidos. Las cartas están tiradas sobre la mesa. La clase política tiene en este juego su prueba de fuego. En sus manos está entender que los problemas de un país como Honduras se resuelven en una mesa de diálogo, no cobijándose en las redes sociales para encender los ánimos de un pueblo hábido de que se atiendan sus demandas de salud, educación, vivienda, empleo, seguridad ciudadana, protección del medio ambiente. En fin, de tener una sociedad que les brinde esas oportunidades que muchos salen a buscar en otras tierras, sin importar los riesgos que ello conlleva para sus vidas y las de su familia.