El sábado anterior llegó al país el segundo lote de vacunas (el primero fue donado por Israel) y esta vez no debe repetirse la improvisación y favoritismos notorios durante la primera aplicación, que provocó justificados descontentos y malestar entre la población al constatar la prevalencia de privilegios para sectores influyentes que no aguardan el momento en que eventualmente les llegará su turno.
Tal actitud merece el calificativo de ventajista-oportunista.
Insistimos en el hecho que, al disponerse de un lote limitado de vacunas, su administración es prioritaria para aquellas personas directamente involucradas en el tratamiento, cuidado y rehabilitación de compatriotas infectados, a las y los trabajadores a cargo de la recolección y descarte de desechos sanitarios, y a quienes pertenecen a la tercera edad, todas y todos en situación de riesgo y vulnerabilidad. El manejo de la vacuna, y de cualquier otro medicamento y tanques de oxígeno, debe realizarse mediante inventarios computarizados para así saber exactamente a quiénes se ha inoculado, hacia dónde fueron enviados, la cantidad remitida y cuántas se aplicaron día a día. Ello permite transparencia y rendimiento de cuentas.
Igualmente, debe minimizarse al máximo el desperdicio, habida cuenta que su adquisición implica fuertes desembolsos monetarios en una coyuntura en que la escasez es la norma a escala regional y mundial.
El derroche y manejo indebido de recursos ha prevalecido durante años.
La vacunación rápida, en el menor tiempo posible, preservando la vacuna dentro de las temperaturas especificadas por los laboratorios fabricantes, debe observarse fielmente.
El objetivo al mediano plazo debe ser la vacunación de la totalidad de la población, urbana y rural, solamente así se logrará prevenir nuevos brotes infecciosos y reactivar la economía, hoy en crisis, al igual que la salud y la sociedad.