Editorial

Lempira, ayer y hoy

Cada 20 de julio conmemoramos la épica gesta del primer héroe nacional, con cuyo nombre fue bautizada nuestra unidad monetaria.

Él fue designado para poner fin a las disputas intertribales y organizar la resistencia armada en defensa del pueblo lenca, su sociedad y forma de vida amenazada de conquista y avasallamiento por la invasión española, en el marco de su expansión por Mesoamérica en búsqueda de riquezas y poblaciones indígenas a someter por la vía militar e ideológica. Entre 1535-1537 la resistencia aborigen logró rechazar las huestes enemigas dirigidas por Alonso de Cáceres, lugarteniente de Francisco de Montejo. Nuestro Himno Nacional evoca esa epopeya: “Era inútil que el indio tu amado/se aprestara a la lucha con ira/ porque envuelto en su sangre Lempira/ en la noche profunda se hundió; /y de la épica hazaña, en memoria/la leyenda tan solo ha guardado/de un sepulcro el lugar ignorado/ y el severo perfil de un peñón”.

Solamente su muerte en combate posibilitó la capitulación indígena, su sometimiento y despojo; su heroica gesta no debe ser olvidada, ya que representó la oposición a la esclavitud y servidumbre por parte de nuestros ancestros.

Sus descendientes viven en el aislamiento, con altas tasas de mortalidad infantil, desnutrición, insalubridad, analfabetismo, al igual que sus compatriotas misquitos, garífunas y tawahkas en el nororiente.

Deben defender sus recursos naturales: minerales, forestales, hídricos, de propiedad colectiva, expuestos a privatizaciones bajo el modelo extractivista excluyente que irrespeta sus cosmovisiones culturales y patrimoniales, sus valores y organización social comunitaria.

Así existe un vínculo causal entre antaño y hogaño: la defensa de territorios y patrimonios ancestrales, en lo material y espiritual, que se han transmitido de generación en generación, formando parte integral de una identidad y un perfil distintivos. De hecho, los indígenas son los primeros hondureños, al poblar nuestros espacios geográficos desde tiempos inmemoriales.

Sus derechos deben ser respetados por el Estado y por particulares.