Las micro, pequeñas y medianas empresas deberían celebrar mañana, domingo, el día que el calendario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) les dedica para resaltar el aporte a las sociedades y las economías de sus países, pero desde el año pasado, muy poco tienen para conmemorar.
La pandemia las puso de rodillas y a pesar de que las economías de los países, incluyendo Honduras, han comenzado a abrirse, les está costando recuperarse a los niveles que tenían hasta antes de marzo de 2020, cuando nuestras autoridades sanitarias confirmaron la presencia en el territorio nacional del mortal coronavirus y ordenaron un cierre total
de actividades.
El cierre de estas empresas dejó sin trabajo y sustento a miles de hombres y mujeres que con el paso del tiempo han tenido que reinventarse para lograr llevar el pan de cada día a la mesa de sus hogares y tener los ingresos básicos para hacer frente a sus necesidades básicas. Según estudios especializados, tras el cierre de empresas por causa de la pandemia, más de 400,000 trabajadores perdieron sus empleos formales y siete de cada 10 se encuentran hoy en día subempleados, sin siquiera los ingresos básicos para cubrir sus necesidades.
Lo más grave es que las posibilidades de que se recuperen en el corto y mediano plazo no son favorables, si no se cuenta con políticas de apoyo para proteger la actividad y la mano de obra de las empresas que están todavía en pie; de reapertura de empresa, de ayuda para readaptarse a las nuevas realidades del mercado, de financiamiento, de promoción de empleo, entre muchas otras actividades que los organismos internacionales, los economistas y los analistas señalan a diario a quienes tienen en sus manos la definición de las mismas.
El reto es monumental, se trata de salvar las fuentes de empleo de la gran mayoría de la clase trabajadora hondureña, que tienen en las mipymes su principal fuente de sustento