Editorial

En el Día Mundial de la Alimentación

Cada 16 de octubre desde el año 1979 se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el claro objetivo de disminuir el hambre en el mundo, propósito que también busca la Agenda 2030 con su meta de hambre cero.

Un objetivo que sin duda está lejos de alcanzarse en el mundo, y principalmente en países como Honduras, donde la pobreza ha echado raíces y profundizado el flagelo del hambre en millones de personas que no cuentan con recursos para alimentarse, y mucho menos para acceder a una dieta sana, altamente nutritiva y equilibrada, tal cual es la aspiración de los organismos internacionales.

Porque en este Día, en el que se habla de la importancia de una alimentación sana, balanceada y nutritiva, de los efectos negativos de la obesidad, la lucha de millones de hondureños y hondureñas -y del mundo- es por encontrar alimentos que les quiten el hambre, sin importar las valoraciones nutritivas de los mismos.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha dicho en un discurso que actualmente cerca del 40% de la humanidad, unas 3,000 millones de personas, no pueden permitirse una dieta saludable, y que el hambre, la subalimentación y la obesidad van en aumento.

Paradójicamente, mientras muchos sufren hambre, de acuerdo con datos de la FAO, 931 millones de toneladas -o el 17% de los alimentos que se produjeron en 2019- acabaron en la basura de las familias, los comercios minoristas, los restaurantes y otros actores del rubro de la alimentación, valorados en unos 400,000 millones de dólares.

Lo planteado aquí son solo dos de las aristas del que quizá es el principal problema a atacar por los gobiernos y la población mundial: la reducción de la pobreza.