Determinados comportamientos públicos son motivo de rechazo y condena, particularmente cuando son perpetrados por personas que ejercen cargos gubernamentales o han sido electos por sus conciudadanos para representarlos en la Cámara Legislativa.
El comportamiento agresivo y errático de algunos diputados al interior del Congreso confirma la falta de auto control, la carencia de lo que significa el respeto, el decoro, las relaciones humanas, especialmente cuando se relaciona e interactúa con damas, merecedoras de trato caballeresco y cortés, cualesquiera sea su nivel cultural, posición social y económica.
La intolerancia y el irrespeto a las opiniones ajenas caracteriza actualmente el comportamiento de ciertos políticos, funcionarios y activistas del presente régimen, que se consideran a si mismos poseedores de la verdad en exclusiva, percibiendo a quienes sustentan criterios contrarios como enemigos acérrimos y permanentes.
Similares actitudes ha asumido el Jefe del Estado Mayor Conjunto, en sus vitriólicas ofensivas hacia el gremio periodístico, defensor de la libertad de prensa.Tales actitudes no presagian nada positivo a medida que se acerque la campaña electoral conducente a la elección de autoridades a nivel presidencial, legislativo y municipal.Tanto las distintas denominaciones religiosas, organizaciones empresariales y de la sociedad civil han advertido de las consecuencias temibles de avivar un clima confrontativo, llamando al diálogo, al reciproco respeto, a la tolerancia y la fraternidad mutua.
A fin de cuentas, todas y todos convivimos bajo el mismo cielo patrio y Honduras es nuestro hogar común, el que debemos cuidar y fortalecer en vez de aniquilarlo y reducirlo a escombros, bajo el sofisma de una “refundación”.
