La crisis en la UNAH tuvo la tarde de ayer su pico máximo, cuando comandos de la Policía Militar ingresaron, en abierta violación a la autonomía, al campus de la alma máter en Tegucigalpa, para detener a los estudiantes encapuchados que tenían bloqueados los accesos a varios edificios de la máxima casa de estudios y el bulevar Suyapa.
Los militares lanzaron bombas lacrimógenas y dispararon a los estudiantes en huelga, según la denuncia del propio rector Francisco Herrera Alvarado.
Al menos cinco jóvenes resultaron heridos de bala en el interior del campus.
Todo sucedió horas después de que el Consejo Universitario decidió en una sesion extraordinaria no cancelar el segundo período académico, que inició oficialmente el 28 de mayo, sin embargo, desde esa fecha hasta hoy, solamente se han recibido cuatro días de clases como consecuencia de las constantes tomas por parte de jovenes encapuchados.
Y si bien es cierto que la toma de los estudiantes está afectando a miles de sus compañeros que demandan la normalización de las actividades académicas, lo sucedido la tarde de ayer es condenable.
Este es un caso que debe ser investigado por las autoridades competentes, para que se le deduzcan las responsabilidades a los responsables, porque lo sucedido expuso la vida de centenares de personas que estaban en el interior del campus en actividades administrativas y académicas.
Está claro que la solución no pasa por el ingreso de los militares a la Ciudad Universitaria, ello más bien agudiza el conflicto.
Es responsabilidad de las autoridades universitarias actuar de inmediato para buscar respuestas a las demandas de los estudiantes. No pueden darle más largas a la problemática.La alma máter debe ser un espacio en el que prevalezca el diálogo como arma principal para la resolución de conflictos.