Editorial

Arrecian los incendios forestales

El verano arrecia y también los incendios forestales que acaban con la flora y la fauna de vastas regiones a nivel nacional, destruyen las fuentes de agua y alteran las propiedades del suelo, disminuyendo su fertilidad y afectando la capacidad para sustentar la agricultura, que de paso está decir es una de las principales actividades económicas y de subsistencia del país.

Pero entre las consecuencias negativas, los especialistas también enlistan la contaminación del aire y sus efectos negativos en la salud de la población que se ve obligada a buscar, y saturar, los servicios médicos estatales en busca de atención a sus males, y, en casos extremos, al desplazamiento de las poblaciones que ven destruidos sus recursos naturales y materiales por estos fenómenos.

El Centro de Estudios Atmosféricos, Oceanográficos y Sísmicos ha anunciado que los primeros cinco meses de 2024 “continuarán bajo la influencia del fenómeno de El Niño, con temperaturas fuertes, por arriba del promedio”.

Esas no son para nada buenas noticias en un país que está a la cabeza de la lista de los países más vulnerables del mundo ante los fenómenos naturales, que causan muerte, desolación, destrucción de las economías y de fuentes de trabajo, generando más pobreza.

Es alentador, sin embargo, conocer que las autoridades competentes dicen tener, y estar ejecutando, programas de sensibilización y coordinación a todos los niveles del gobierno nacional y municipal, la cooperación internacional y la población para dotar de herramientas que permitan educar y prevenir los incendios forestales, pero al mismo tiempo dotar de las herramientas para su combate, cuando sea necesario.

La situación es difícil y requiere del apoyo e involucramiento de toda la sociedad para la efectiva protección y conservación de los bosques y áreas naturales.