Opinión

El Presidente ha rechazado vehementemente los pedidos de una intervención en las fuerzas policiales, luego del clamor popular tras conocerse que agentes policiales habían seguido, baleado, asesinado y tratado de encubrir la muerte de dos jóvenes universitarios promesas de la patria, e incluso ha llamado a su ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, a responder a las demandas de intervención.

Y cuando la petición es que la intervención de las fuerzas policiales sea hecha desde el exterior la reacción presidencial de rechazo es mayor.

Pero cuando la agenda gubernamental propone un tema, como el de poner bajo lupa la actividad periodística crítica, la versión presidencial cambia radicalmente.

En apenas dos días el mandatario ha impulsado peligrosamente una propuesta de que desde un seminario con expertos externos se revise exhaustivamente, según su opinión, las actividades de la prensa.

El Presidente expresa que no objeta la 'libertad de prensa', pero dice que debe estudiarse lo que llama la defensa de los 'intereses económicos' y para ello pide el acompañamiento de la comunidad internacional y de la llegada de expertos.

El doble rasero presidencial es peligroso, primero la libertad de prensa y de expresión es una conquista de la sociedad hondureña y la misma sirve justamente para controlar al aparato gubernamental de sus excesos.

El hecho de que al Presidente no le guste que le cuestionen los contratados oscuros, como el de la compra de 100 megas de energía, que defiende con una pasión que no la encontramos en el tema de la Policía, no debe servir para cruzar líneas rojas.

Solamente los gobiernos con tendencias totalitarias, como los agrupados en la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) que controla Hugo Chávez, impulsan leyes de control de la prensa.