Opinión

Desbarajuste fiscal

Segunda parte

Inicio con un extracto de un reciente escrito de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, que en cierta medida se aplica a nuestro país:

“Y la prueba es la crisis que ahora vive Europa, y, en ella, principalmente, los países que gastaron más de lo que tenían, que construyeron

Estados benefactores ejemplarmente generosos pero incapaces de financiar, que se endeudaron más allá de sus posibilidades sin imaginar que también la prosperidad tiene límites, que inflaron sus burocracias a extremos delirantes y ocultaron la verdad de sus deudas y la inminencia de la crisis hasta el borde mismo del abismo por temor a la impopularidad.

Todo esto tarde o temprano se paga y no hay manera de evitarlo”.

Como lo he indicado anteriormente, para balancear un presupuesto se tiene que trabajar tanto en la parte de racionalización del gasto como en el fortalecimiento de los ingresos. No puede ser que todo se concentre en generar más ingresos por la vía impositiva, porque tarde o temprano, la inversión se ahuyentará, la actividad económica se contraerá y todos los ciudadanos estaremos expuestos a flagelos, como mayor desempleo y la inflación.
El déficit fiscal superior al 4.0% del PIB que el gobierno central del país viene reflejando desde el año 2009 no es sostenible; para el 2012 se proyecta 3.7% y 3.5% para 2013, que representarán endeudamiento adicional de alrededor de US$1,500 millones. Peor aún, nuestros presupuestos muestran un déficit corriente, lo que sencillamente significa que no se generan suficientes ingresos para pagar los gastos de funcionamiento del gobierno más los intereses de la deuda.

El presupuesto también muestra una gran rigidez y una distribución que impide que el gobierno pueda cumplir con las responsabilidades típicas de un buen gobierno.

El presupuesto 2012, siguiendo la misma tendencia pasada, dedica el 81% a financiar el gasto corriente y el 19% a gastos de capital, aunque dentro de este renglón la mayor parte se concentra en transferencias de capital, que habría que analizar para determinar si son realmente inversiones.

Dentro del gasto corriente, el 56% se dedica al pago de remuneraciones, el 20% a transferencias corrientes a otras instituciones —las cuales también destinan la mayor parte de estos recursos al pago de remuneraciones—; 10% al pago de intereses y únicamente 14% a bienes y servicios. ¿Qué puede hacer un gobierno por las miles de familias pobres en cuanto a proporcionar seguridad, educación y salud de cobertura amplia y calidad, y no digamos invertir en infraestructura, con esta distribución del presupuesto?

Por su parte, los ingresos tributarios financian aproximadamente el 70% del presupuesto, mostrando incrementos de 11% en 2010, 15% en 2011 y una proyección de 12% para 2012, o sea que anualmente las recaudaciones han aumentado a pesar del crecimiento modesto de la economía. La presión tributaria de alrededor de 15.6% del PIB es una de las más altas de la región, aunque debería fortalecerse para llevarla a un 20% del PIB, pero no simplemente recurriendo al expediente fácil de incrementar los impuestos a la misma masa de contribuyentes.

Hay países como Suecia que tuvieron que ajustar su elevada tasa impositiva, cuando vieron que cada día había menos contribuyentes dispuestos a trabajar y pagar esa pesada carga.

Los recientes anteproyectos de decreto remitidos al Congreso Nacional para nuevas reformas fiscales deben ser cuidadosamente analizados, para evitar mayores distorsiones en la política fiscal y presiones en los precios. El hecho de que los generadores de energía paguen impuestos sobre el combustible va a provocar un incremento en el costo de la energía y lógicamente incrementos en los precios de los productos. Además, el combustible tendría ahora una doble imposición con el impuesto al patrimonio vial, que genera más de 6 mil millones de lempiras al gobierno.

Al final, la mejor forma de incentivar el pago es que los contribuyentes puedan apreciar que sus impuestos se invierten adecuadamente.

Adecuada seguridad física y jurídica; carreteras y caminos secundarios en buen estado; hospitales con suficientes médicos y una atención oportuna a los pacientes, proveyendo las medicinas requeridas; buenas instalaciones escolares, suficientes maestros, 200 días de clase y una educación de calidad. ¿Estamos pidiendo demasiado a los gobiernos y políticos de turno?

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