El desarrollo sostenible o sustentable tiene sus aristas en que todas las acciones que emprendamos tendrán que ir enfocadas en una política fundamentada en tres ejes: i) rentabilidad financiera, ii) viabilidad ambiental y iii) equidad en la distribución de los beneficios, y si no cumple una de las tres condiciones no se tendrá desarrollo integral.
Actualmente la carga burocrática, que representa un alto gasto corriente, hace que las instituciones encargadas del desarrollo sostenible de los recursos naturales y el ambiente no sean más que elefantes blancos ultrapolitizados con un 70% de personal administrativo y solo un 30% de técnicos.
Lo peor es que de este 30%, los funcionarios que deberían ocupar cargos técnicos no tienen el perfil profesional para implementarlo, lo que los vuelve más ineficientes.
Cuando inicia el actual gobierno, nombran a un doctor en veterinaria al frente del departamento de Planificación del recién creado Instituto Nacional de Conservación, Desarrollo Forestal, Áreas Protegidas y Vida Silvestre (ICF).
En esta misma institución existe un departamento (ahora es un ministerio, debería ser dirección) que se llama de Áreas Protegidas y Vida Silvestre.
Está bajo la jefatura de un ingeniero agrónomo (debería estar produciendo alimentos en el campo). Asimismo en la Serna, donde hay un buen ministro, nos da pena ver que en la dirección de Biodiversidad tenga un abogado.
Y así podríamos seguir en varias instituciones del Estado centralizadas y descentralizadas, todo porque hay que ayudar al correligionario recomendado por el líder político, al colega, al compadre, al familiar o al amigo que nos ayudó en la campaña.
¿Qué sucede entonces a lo interno de estas instituciones? Son ineficientes, tienen cabeza, pero no pies ni manos porque los niveles jerárquicos superiores son incapaces de definir políticas claras.
Eso impide que hasta los pocos técnicos buenos que aún están activos puedan cumplir eficientemente con sus funciones.
Las consecuencias es que hoy tenemos ríos desapareciendo, con aguas contaminadas, suelos erosionados, pérdida de biodiversidad, procesos de desertización, cuencas altamente degradadas, ambientes llenos de CO² por la emanación de gases efecto invernadero, calentamiento global, minas a cielo abierto produciendo sin control ambiental, y baja productividad en los ecosistemas por la degradación genética y explotación inmisericorde.
Para colmo, los mismos inversionistas que han obtenido grandes beneficios de estos recursos ahora van a emigrar hacia la producción de energía limpia porque es altamente rentable, pero se van a ir a topar con que van a producir los primeros años, pero el azolve de los embalses es inminente dado los altos grados de degradación ambiental en que actualmente se encuentran las cuencas, subcuencas y microcuencas donde se piensan instalar.
En otras palabras, no hay sostenibilidad ambiental y somos un país con una bajísima resiliencia a los fenómenos naturales y apuntamos a las mismas causas ya señaladas y no va a darse equidad en la distribución de los beneficios porque no somos capaces de venderles la idea a los inversionistas que no solo hay que invertir en construir una cortina o que las empresas que tienen la tutela del agua y los bosques no solo tienen el departamento o dirección de administración y de cobro por los servicios, sino que hay que asignar fondos para hacer los planes de manejo integrados de esas cuencas, subcuencas y micro y en los planes de inversión para la restauración ambiental y recuperación de terrenos de vocación forestal para de esta manera generar empleo en labores de manejo, protección y restauración.
El agua no es finita, los suelos no se forman de hoy para mañana como sucede con las fortunas de los que se meten a politiqueros, los árboles empiezan a producir a mediano y largo plazo y la motosierra tarda unos pocos minutos para cortarlos.
La contaminación de las aguas y el exterminio de la fauna acuática a nadie le importa, en cuanto a las especies que están en peligro de extinción hay que hacer un banquete para comérselas antes de que desaparezcan; así somos de groseros con nuestra naturaleza y sus recursos.