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Y los hechos se repiten

A raíz de la crisis del año 2009 se integró la denominada Comisión de la Verdad y la Reconciliación con el objetivo de realizar un análisis de los hechos que condujeron a la misma y presentar recomendaciones para evitar hechos similares en el futuro.

Como parte del informe presentado se recoge lo siguiente: “Honduras ya no volverá a ser lo que fue. Pero no significa que por fuerza deba evolucionarse hacia algo peor. Al contrario. Están abiertas las puertas para transitar a una agenda de construcción conjunta de Honduras.

Sin embargo, para quienes pretenden la ruta del Gatopardo de Lampedusa, que hay que cambiar un poco para que todo siga igual, están pretendiendo ignorar peligrosamente una realidad de conciencia ciudadana creciente de sus derechos que no lo va a permitir”.

Pero, de nuevo, los políticos han sumergido a Honduras en otra crisis provocada por lo mismo: ambiciones políticas y permanencia en el poder. La crisis del 2009 fue provocada por las ambiciones reeleccionistas del entonces presidente Manuel Zelaya a través de la denominada cuarta urna, impulsada contra viento y marea en violación a las leyes.

La crisis actual también se origina de interpretaciones a artículos pétreos de la Constitución de la República por parte de la Corte Suprema de Justicia que han permitido la reelección presidencial, que muchos hondureños consideran inconstitucionales.

La actual crisis se ha manifestado mediante actos violentos y violaciones a la libre circulación, afectando al resto de los ciudadanos.

Como siempre, los políticos están tranquilos y esperando un desenlace que satisfaga sus ambiciones. Pero los que realmente han salido afectados, como siempre, son la mayoría de los ciudadanos, generalmente humildes, que tienen que movilizarse hacia sus centros de trabajo, los vendedores de los mercados y ambulantes, los microempresarios, los medianos empresarios, los estudiantes, etc.

Además, las crisis generan incertidumbre y ahuyentan la inversión nacional y extranjera, que es vital para el crecimiento económico, la creación de empleo y el bienestar general de la población.

Pero lo peor de todo es que de nuevo estamos dando lugar al enfrentamiento de hermanos contra hermanos, al divisionismo y la discordia entre los hondureños.

Como bien dice la Biblia en Mateo 12.22: “Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie”. Honduras como país pobre tiene enormes retos por delante y solo podrá salir adelante con el esfuerzo y concurso de todos los hondureños.

En esta crisis se han atacado e incendiado negocios de todos los calibres. De personas emprendedoras que con gran esfuerzo habían logrado levantar un patrimonio y quienes han dado testimonios de su desesperación y angustia al ver cómo sus esfuerzos de tanto tiempo se han visto destrozados.

Un líder político llegó al extremo de decir que el vandalismo continuaría por el tiempo necesario, hasta acabar con el país. ¿Será esto lo que deseamos para nuestro país y nuestros compatriotas? Y en este caso, quiénes serían los vencedores y quiénes los vencidos, cuando el que pierde es nuestro país, siendo por lo tanto una victoria pírrica para quien gane.

Agregando a estas crisis se encuentra un alto nivel de desconfianza entre los líderes y los ciudadanos, que no creen en el funcionamiento independiente y transparente de las instituciones. Y es que estas, en su mayoría, han sido politizadas y responden a los intereses partidarios.

Para el caso, dos de las tantas recomendaciones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación vienen al dedillo en estos momentos: “Modificar los procedimientos de nombramientos de los funcionarios del TSE y RNP, reduciendo y hasta eliminando el peso que los partidos políticos tienen en la designación”.

Y esta otra: “Recomendamos reformar el procedimiento para seleccionar a los candidatos a magistrados al TSE para fortalecer la independencia del mismo, de forma que no sea integrado por activistas o dirigentes de los partidos políticos”.

Nuestro país no puede pasar de crisis en crisis y ha llegado el momento de hacer las transformaciones estructurales que se necesitan para fortalecer la credibilidad institucional y para resolver las causales de estas crisis, para bien de nuestro país y de todos sus ciudadanos. ¿Será posible esto?