Por supuesto ajuste de cuentas. Así terminan muchas entradas de noticias o notas cortas. Es para muchos una especie de respiro, un “hasta mí no llegará eso, yo no tengo cuentas que ajustar con nadie”. Es desmarcarse de los acontecimientos. Desde cuándo se ajustan las cuentas así, con la violencia a flor de bala.
Frases como estas nos acompañan todos los días, son la expresión más abstracta de la violencia, pero son a la vez las que nos descubren -después de un análisis- la verdadera dimensión de lo que nos embarga. Revisemos algunas y pensemos sobre ellas.
Por celos, por extorsión. Un simple complemento circunstancial de causa nos desnuda como sociedad. Y aquí, a diferencia de la frase inicial, sentimos que sí nos puede alcanzar, o a nuestros seres queridos. Se necesita ya tan poco para que una persona muera. La carga simbólica de esas causas nos recuerda lo sensibles, lo violentas, lo inseguras que pueden llegar a ser las personas.
Desapareció desde el martes o desde el miércoles. Y al día siguiente se dice lo mismo, y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Hasta que un día ya no se habla más de eso. Se habla de otra persona desaparecida o de otra noticia. Las personas en su desesperación convierten un dolor privado en un dolor público. A los hondureños se los ha visto llorar desconsoladamente en la televisión, ya sin ningún reparo ni ninguna vergüenza.
Y fue hallada… -este es el final no feliz- muerta. Fue hallado muerto, también. El reencuentro no se da entre abrazos y un llanto de alegría. Las lágrimas son de desesperanza, ya no digo tristeza. Y la familia tiene que contentarse con poder velar a su difunto y despedirlo de una manera digna. Guardar de él un lindo recuerdo y aprender a vivir con la impotencia de pensar de que si las cosas fueran distintas, nada de eso habría pasado.
Sin mediar palabra. Vaya frase. Un vivo reflejo de nuestra sociedad. Sin oportunidad para expresarse, sin oportunidad de explicar, disculparse, escuchar, perdonar, pedir perdón casi por existir. Pero claro, cómo se va a mediar palabra antes de disparar. Esto no es un western.
Acribillaron. No, a veces el verbo más preciso no es “asesinar” o su eufémica forma “quitar la vida”, es necesario uno más gráfico, uno que revele la furia y la rabia con la que se cometió un crimen. Uno que cuente mejor lo que está pasando en este país, donde la paranoia es ya un mecanismo de defensa más.
Nueva masacre. ¿Cuál? ¿La de esta semana o la de la pasada? ¿La del miércoles o la del jueves? ¡Siempre hay una nueva! Lo que hay detrás del adjetivo son unos antecedentes, una abundancia. Y, además, es terrible saber que la pregunta dejó de ser si habrá otra, la pregunta que nos hacemos es cuándo y dónde.
Supuesto. Entiendo, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. ¿Cuántas veces se logra demostrar lo contrario? Nos queda siempre ese sabor a supuesto, que es el mismo de la impunidad. Y con ella viene la desesperanza y el miedo.
Con el permiso de los dolientes, pasamos a otras noticias. La vida tiene que seguir. Y ningún periodista quisiera decir lo que aquí hay que decir. Nadie quisiera interrumpir abruptamente un noticiero para decir que se ha encontrado un cadáver, cuyos familiares afirman que era tranquilo, que no se metía con nadie.
Frases como estas nos acompañan todos los días, son la expresión más abstracta de la violencia, pero son a la vez las que nos descubren -después de un análisis- la verdadera dimensión de lo que nos embarga. Revisemos algunas y pensemos sobre ellas.
Por celos, por extorsión. Un simple complemento circunstancial de causa nos desnuda como sociedad. Y aquí, a diferencia de la frase inicial, sentimos que sí nos puede alcanzar, o a nuestros seres queridos. Se necesita ya tan poco para que una persona muera. La carga simbólica de esas causas nos recuerda lo sensibles, lo violentas, lo inseguras que pueden llegar a ser las personas.
Desapareció desde el martes o desde el miércoles. Y al día siguiente se dice lo mismo, y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Hasta que un día ya no se habla más de eso. Se habla de otra persona desaparecida o de otra noticia. Las personas en su desesperación convierten un dolor privado en un dolor público. A los hondureños se los ha visto llorar desconsoladamente en la televisión, ya sin ningún reparo ni ninguna vergüenza.
Y fue hallada… -este es el final no feliz- muerta. Fue hallado muerto, también. El reencuentro no se da entre abrazos y un llanto de alegría. Las lágrimas son de desesperanza, ya no digo tristeza. Y la familia tiene que contentarse con poder velar a su difunto y despedirlo de una manera digna. Guardar de él un lindo recuerdo y aprender a vivir con la impotencia de pensar de que si las cosas fueran distintas, nada de eso habría pasado.
Sin mediar palabra. Vaya frase. Un vivo reflejo de nuestra sociedad. Sin oportunidad para expresarse, sin oportunidad de explicar, disculparse, escuchar, perdonar, pedir perdón casi por existir. Pero claro, cómo se va a mediar palabra antes de disparar. Esto no es un western.
Acribillaron. No, a veces el verbo más preciso no es “asesinar” o su eufémica forma “quitar la vida”, es necesario uno más gráfico, uno que revele la furia y la rabia con la que se cometió un crimen. Uno que cuente mejor lo que está pasando en este país, donde la paranoia es ya un mecanismo de defensa más.
Nueva masacre. ¿Cuál? ¿La de esta semana o la de la pasada? ¿La del miércoles o la del jueves? ¡Siempre hay una nueva! Lo que hay detrás del adjetivo son unos antecedentes, una abundancia. Y, además, es terrible saber que la pregunta dejó de ser si habrá otra, la pregunta que nos hacemos es cuándo y dónde.
Supuesto. Entiendo, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. ¿Cuántas veces se logra demostrar lo contrario? Nos queda siempre ese sabor a supuesto, que es el mismo de la impunidad. Y con ella viene la desesperanza y el miedo.
Con el permiso de los dolientes, pasamos a otras noticias. La vida tiene que seguir. Y ningún periodista quisiera decir lo que aquí hay que decir. Nadie quisiera interrumpir abruptamente un noticiero para decir que se ha encontrado un cadáver, cuyos familiares afirman que era tranquilo, que no se metía con nadie.