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Todos son prioridad (valga el oxímoron)

Cuando a finales de 2020 apareció la vacuna contra el covid-19, de inmediato pareció tenerse claro cuáles serían los caminos que seguir: primero se vacunaría al personal de salud y a los ancianos. El personal de salud porque es el que más cerca está al virus. Además de que son las personas que han ayudado a contener la pandemia poniendo en riesgo sus propias vidas, y por supuesto, son esenciales para que la crisis provocada por el coronavirus llegue a su fin.

Después se pensó en las personas más vulnerables: las personas de la tercera edad y las que tienen alguna enfermedad de base, que han sido las principales víctimas —aunque no las únicas— del virus. Y esto parece muy lógico porque así se ha hecho en casi todo el mundo, sin embargo, en algunos países se pensó en otro modelo, que no llegó a ejecutarse. Este consistía en vacunar a las personas de 20 a 49 años, ya que con ello se reduciría la incidencia del virus, porque se presume que este rango de edad es el principal vehículo del virus. Por otra parte, el modelo por el que finalmente se optó ha permitido disminuir la mortalidad. Por lo que en este punto no hay ninguna discusión.

La pregunta es a quiénes vacunar cuando ya se haya cumplido el proceso con aquellos que son evidente prioridad (los grupos que mencioné), sobre todo cuando las dosis no llegan a los países de manera masiva. Quiero aclarar que este análisis no está hecho con una visión epidemiológica, sino con una visión humanística. Que no es que se contradigan, pero son dos códigos distintos.

Si apartamos al personal de salud, y seguimos la lógica de las edades, el camino debería ser un descenso paulatino hasta la menor edad posible. Pero el fenómeno que se ha dado en los países con escasa vacunación es que cada gremio se ha propuesto como prioridad. Y si se analiza detenidamente, todos tienen razón.

El sector transporte es importantísimo para cualquier país, lo mismo pasa con el magisterio, los comunicadores sociales, el comercio en general, los hoteles, los abogados, los policías y así ad infinitum: es un embudo, porque todos tienen su valor. Esto sin contar que más allá del trabajo, todos los seres humanos somos iguales. Claro, es cierto que hay profesiones que es más fácil que trabajen desde casa, pero creo que eso es mirar al ser humano únicamente desde una óptica laboral. Es decir, que se lo valora según su productividad.

Es evidente que cada persona que ha recibido su vacuna la merece, no por lo que haga sino por su esencia humana. Pero sí hay personas que, inmerecidamente, aún no la han recibido. Entiendo que al igual que al inicio de esta crisis sanitaria, hay criterios de salud y criterios económicos.

Creo que la poca claridad respecto al valor del ser humano y la inversión de cuáles son las prioridades ha llevado al mundo a la segmentación de los individuos. Lo ideal, claro está, es que todos —los que quieran— pronto nos vacunemos.

Como me excusé antes, este ha sido un análisis desde una visión humanística. Y en ese sentido debo decir que cualquier acierto desde el punto de vista epidemiológico es en pro del ser humano. Y alguien pensará que pasa lo mismo con la economía, o mejor dicho el mercado, pero yo no me atrevería a hacer tal afirmación.