Columnistas

Necesitamos conocer la historia. Antes, saberse de memoria fechas y hechos era asunto más que de interés y de inteligencia, de oportunidad al tener necesidades y deseos satisfechos. Ahora, el conocimiento de la historia es un activo estimado. Conocer el pasado nos ayuda a enfrentar preparados el presente y a aplicar la prospectiva en aras de un futuro sin incertidumbre. Ante la desgracia en que nos han sumido el Eta y el Iota en adición al covi-19 de gran valor sería la historia escrita de lo que fue el huracán Mitch y de las decisiones acertadas tomadas: solicitar a la comunidad las obras, no los dineros, lo que fue un ofrecimiento del gobierno desde noviembre de 1998 a Japón y otros a quienes se les solicitó puentes, No es que surgió hasta en abril de 1999 en Estocolmo. El que las donaciones las repartieran los donantes, la conformación de un gabinete de reconstrucción, llenaron las expectativas. Se es crítico de la gestión de presidente Flores, en algún aspecto, pero no del manejo gerencial cabal que le dio a aquel infortunio. Ahí hubo heroísmo. De diversas formas. Tendría que estar escrito. Para no cometer errores o para inspirar a las futuras generaciones. ¿Cuántos conocen cómo Alfredo Landaverde atado el mismo con lazos a los presos de la Penitenciaría Central los sacó a medianoche, cuando la tormenta arreciaba y ya anegado el inmueble? Ni uno fugado ni uno fallecido. Bonito escribir relatos novelados de lo que se cree es la vida fantástica de uno, de los supuestos aportes que uno cree le ha dado a la patria. Pero no pasan de eso, elucubraciones de uno. Ejercicios de egolatría inútiles para los demás. Lo noble es escribir con lucidez, sentido de responsabilidad y amor patrio. Tal lo hecho por Julieta Castellanos desde el IUDPAS con su libro “Persistencia y cambios en la cultura política. 1980-2020”. Rigor científico, esfuerzo académico altamente calificado impresos en una obra de obligada lectura para quienes aspiramos a la Honduras equitativa que aún es posible.