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Conservar aquí la salud implica determinación. Quizás en otros lados también. Pero como esto es lo que amamos y tenemos. Hay quienes creemos que Dios primero, Dios después y más después lo demás, es antídoto infalible contra el mal. Si todos lo entendiéramos desde siempre. Otros muchos no faltan para creer en que “no, no, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”. Aunque al final de sus días lleguen a concluir que a veces sí, sí, sí basta rezar y nada más faltaba para conseguir la paz. Y es seguro que en la simbiosis de ambas creencias podría radicar la armonía que añoramos. Fe y trabajo. Sin ubicaciones cardinales ni diestras ni siniestras que de poco han servido para evitar tanto dolor como el que transpiran los medios de comunicación. Titulares escritos, televisivos o radiales notifican una cierta convulsión social de la que evitamos enterarnos. Pero se vive consternado: se llora con la madre por su hijo víctima de la criminalidad, ambos desconocidos aun por las estadísticas. Por los que perdieron la esperanza y el juicio, prisioneros de la frustración que pareciera cercena cada ilusión de amplias capas de la juventud. La que debiera ser motor, se desespera y huye. Las personas mayores, excluidas, con todo y su capacidad y experiencia, menospreciadas por otra juventud, una que no lee más que memes y difamaciones. Y prefiere música que no lo es. Pero que manda y con la que se hacen encuestas y proyecciones demoscópicas. Hasta la victoria, siempre. ¿Cuál? Una para alabar ídolos con pies de barro que acaben con la moral pública, el espíritu de cuerpo o el tejido social, llamados según sea el oficio al que se dediquen y el ángulo desde el que aprecien la realidad nacional. Pero no se puede caer en el desánimo. Qué pasaría si el futuro se midiera por las tragedias derivadas de los vicios y la corrupción o de la ambición absurda de dirigentes, autonombrados líderes. ¿De la decadencia?. Algo hay que hacer. Podemos empezar por rezar.
Quizás basta