Parece que el coronavirus avanza implacable en los países con mayor confrontación política. Ciertamente no es así, pero da la impresión. En la OMS preocupa que el incorregible sectarismo sea el combustible de la pandemia, que se fortalezca aquella sórdida proposición de que “entre peor, mejor”.
En la política, como en los deportes, ganar requiere el aprovechamiento egoísta de las fallas o debilidades del adversario, dentro de reglamentos o leyes; también hay códigos no escritos sobre qué está bien o mal y hasta dónde llegar en la contienda, lo llaman ética y moral, aunque muchos políticos profanan aviesos esos límites.
La Covid-19 destrozó Italia, sociedad dividida y gobierno débil, recién formado: el Movimiento 5 Estrellas -extrañamente definido como no político- rompió con la Liga Norte, extrema derecha, xenófobo y antieuropeo, para aliarse con el Partido Democrático, de centro izquierda. La presión sobre el primer ministro Giuseppe Conte deja números trágicos.
Cerca de allí, en España, tras varios intentos, formaron gobierno el Partido Socialista (PSOE) y Unidas Podemos, de izquierdas. La extrema derecha une al Partido Popular, a Vox y otros grupos minúsculos radicales para atacar feroces al Ejecutivo. Pareciera que el presidente Pedro Sánchez quiere derrotar el coronavirus, y la oposición tumbarlo a él.
La OMS, que no es un ejemplo democrático, pues aunque Taiwán ha logrado contener el coronavirus, no lo admite por presiones políticas de China; pero en fin, la organización administra la crisis sanitaria mundial y cree que derecha e izquierda deben unirse para enfrentar la pandemia; el virus aprovecha las diferencias entre partidos y personas.
En los Estados Unidos, que con Trump la confrontación política es la norma, y en vísperas de nuevas elecciones, el coronavirus encontró un lugar fantástico para alojarse y dejar una dolorosa estela de enfermedad y muerte; controvertidas decisiones, gente incrédula, fricciones, solo presagian lo peor.
En el México que Manuel López Obrador rompió los esquemas del poder y la corrupción, sus enemigos no se lo perdonan y hacen lo que sea, hasta la sugerencia temeraria de un periodista de Televisión Azteca de pedir a la gente que no siga las recomendaciones del gobierno. En Brasil, el incrédulo Bolsonaro, homófobo, facha y procaz, agita el debate, mientras el coronavirus aumenta.
Ejemplarizante Portugal, el líder opositor Rui Rio, del conservador Partido Socialdemócrata, ofreció su apoyo al primer ministro socialista António Costa, y cree que criticar al gobierno ahorita “no es patriótico”. A pesar de su extensa frontera con la contagiada España, los portugueses tienen números bajos por coronavirus.
Pueden ser solo coincidencias, pero está probado que sociedades unidas enfrentan mejor esta y otras pestes. El caso de nuestra Honduras requiere más de un párrafo