En 1866 Céleo Arias crea, fundamentándose en su manifiesto “Mis ideas”, una Liga Liberal anclada en los principios revolucionarios de Dionisio de Herrera y posteriores de Ramón Rosa, partícipes ellos de la Ilustración y de la revolución gala el primero, y del Positivismo de Comte (1798-1857), el segundo. En 1891 Policarpo Bonilla instala en Tegucigalpa una convención que sustituye aquel nombre por Partido Liberal de Honduras. En 1932, con David Masso a la cabeza, el PLH se declara de izquierda democrática, preservando su ideología social de centroizquierda hasta mediados del siglo XX.
Entre 1970 y 2024, y con excepción del movimiento de Izquierda Democrática en 1966, la definición filosófica de los colorados (fiebres) se vuelve un potaje insípido ya que se ignora si conserva alguna brújula o navega al azar de lo que caiga en sus escuálidas redes: peces progresistas, conservadores, neoliberales tipo Friedman, abusadores de género, sicarios económicos (lobistas), mondongo con ice cream.
Sus más finos momentos se dieron con las gestiones del doctor en Derecho Policarpo Bonilla Vázquez (1893-1899) y del pediatra Ramón Villeda Morales (1957-1963).
El primero fue modelo de patriotismo y convicción cívica dadas sus luchas por la inviolabilidad de la vida, la garantía del habeas corpus, la abolición de la tortura, de los cadalsos, la pena perpetua y de muerte, así como aseguró el respeto a las libertades de pensamiento, reunión, asociación, locomoción, enseñanza, cultos, igualdad civil y política, sufragio universal, autonomía municipal, garantía de propiedad e independencia de los poderes. Igual brillante fue Villeda Morales, quien impulsa avanzados programas de reforma agraria, salud, educación, vivienda, seguridad y protección social. Vanguardista al inicio, seguidor del APRA y Haya de la Torre, en sus agónicos años EUA y la oligarquía le tuercen el brazo y se torna conservador guerra-friísta.
El Nacional, enemigo eterno del PLH (hoy quieren ser compadres), concentró a sus gobiernos en obra material mientras que el Liberal lo hizo en lo social, altamente meritorio. Pero tampoco fue la suya una juventud sin desórdenes pues en tanto que el PN hacía chanchullo con descaro, los chanchullos liberales son discretos. Tampoco fue inmune a los virus de la corrupción e igual tuvo sus matanzas, como la de El Chaparral (Dipilto, 1959), cuando RVM prometió a la guerrilla nica (que incluía a Carlos Fonseca) que el ejército no la atacaría, y la gruesa de Los Laureles (1961).
Su peor actuación en la escena histórica acontece en la década de 1980, cuando humilla al país ante la CIA e intereses militares norteamericanos, los que traen y financian la contra nicaragüense, a la que el Partido Liberal no sólo presta el territorio sino por la que además
reprime y mata a cientos de connacionales.
El golpe de 2009 es en América la única y ridícula anécdota de un partido cuyos facinerosos diputados se tumban a ellos mismos, dando pie al degenere y la dispersión. Tras la minidictadura liberal lo que acontece hoy en sus filas es triste: confusión, arribismo, desaforados egos, cero intento para reescribir su plataforma ideológica.
Para que se proclamen, ¡desordenados!, los héroes de la patria...