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Nasralla, un fatuo que solo es tapas

Hay presumidos creídos de sabelotodo que curan la ruina nacional a pura labia, en un santiamén. Eso sucede con el egocéntrico expresidenciable Salvador Nasralla quien se sueña mágico y, si le es posible, superior al Creador. Se ufana de que millones lo vitorean y por altanero casi se quedó solo en la reciente marcha contra los infectos.

Nasralla lleva años acusando de podrido a quien se le antoja. No mide su léxico, es mecha corta. Dice que todos los periodistas son asalariados del gobierno sin probar sus locas palabras. En Honduras todos nos conocemos, sabemos quiénes son bandidos de corbatín y quiénes –bajo una rara personalidad- gozan otros gustos a escondidas.

El desertor de la Alianza contra la Dictadura se cree enciclopédico. Por vanidoso mira sosos a todos. Imagina que su altura lo hace brillante. A lo divino posee el remedio para bajar el precio de los carburantes y eliminar la pobreza. Nasralla ha de soñar que los corruptos se encarcelan bailando malvestido y ridículo con jovencitas.

Nasralla es nomás otro febril solapado que en ningún lado cabe. Fundó el Partido Anticorrupción (Pac) y atajó mil anhelos. Renunció al enamorarse de Manuel Zelaya Rosales, a quien lo dejó como novia de pueblo para crear otra organización en la que solo él y nadie más que él, será el rey. Así mueve su X-O Da Dinero por la deuda política.

Recién dijo que quiere ser mandatario para lidiar por los pobres porque yo –dijo arrogante- no soy ni nunca he sido pobre. Ja-ja-ja. No cabe ninguna sospecha que el hombrón es superdotado, un extraterrestre que asombra con su ego. Por algo es que oscuros empresarios apoyan su deseo presidencial pues en Marte no se pagan impuestos.

Ningún país del mundo –señor Nasralla- está libre de corruptos, ni exento de honrar cargas ni del asecho de crueles pandillas, pero seguro que con usted de Presidente nos espera un vergel donde nadie, absolutamente nadie, estará bajo sombra. Ojalá Dios le indulte sus demagogias de que acabará con corruptos, arbitrios y haraposos para no verse verdulero, como cualquier ofrecido de esquina. Aterrice, por favor.