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Los zompopos de marzo

Hace algunos años se dio inicio a la nada saludable práctica de pagar representantes de partidos en los tribunales locales y departamentales de elecciones, como fenómeno similar al de la lluvia de peces en Yoro; aparecieron los cometas en todos los partidos.

Personajes que, desaparecidos del bregar político durante años, se abalanzaban con toda la parentela a acaparar los dos o tres puestecitos que le tocaban a cada fuerza política; cuando no era la esposa del presidente de la directiva municipal, era la hija, el yerno y muchas veces, las no siempre apreciadas suegras.

Esto provocaba lógicamente el resentimiento de los activistas de corazón y frenaba el crecimiento de los partidos políticos con ciudadanos de alguna valía; las argollas no cedían espacios donde se desenvolvieran las emergentes fuerzas jóvenes.

En las elecciones anteriores, incluyendo la penúltima legal y la última medio turbia, se vieron proliferar candidatos por todas las esquinas del cuadrilátero; como zompopos de mayo, cada quien reclamando victorias de fantasía o presagiando derrotas por competencias fraudulentas.

Contaditas con los dedos de una sola mano y sobrando algunos dedos, ni metidos todos en una licuadora, se sacaba suficiente jugo como para satisfacer la sed de un buen gobierno que sufre el pueblo hondureño desde hace muchísimos años.

Ninguno de estos aventureros, con las honrosas excepciones, había, en su vida, manejado ni una humilde pulpería de barrio, ni pertenecido a una organización de sociedad civil que procurara paliar las carencias de la niñez, las necesidades de los ancianos; la integridad humana de los privados de libertad; los jóvenes desamparados de nuestras instituciones de educación pública; en fin, no figuraban en ninguna actividad personal o gremial que testificará no solo la vocación y capacidad de servicio de los aspirantes para pretender la posición administrativa más compleja del país, sino, aquellas otras características naturales no artificiales que dieran fe de las aptitudes y actitudes más elevadas y calificadas de esos candidatos aspirantes a gobernar un pueblo de nueve millones de habitantes.

En uno o dos personajes, nada más, se pueden identificar algunos rasgos de liderazgo natural genuino, no cosmético, ni mentiroso, ni producto de costosísima publicidad de imagen.

Sorprendentemente, en esta oportunidad, los “zompopos de marzo” prematuramente, están apareciendo por cualquier agujero, antes que truenen las chicharras de verano. Ahora son los improvisados aspirantes a primer mandatario del país.

Ciudadanos honorables desconocidos enseñando el fustán de sus pretensiones, pero la mayoría, exponiendo el costal de sus inocultables ambiciones.

La prueba del ácido no la pasan estos aprendices de brujo; los dotes de estadista que el pueblo debe empezar a exigir de los aspirantes, brillan por su ausencia.

Carisma natural; ejemplo vivo de actitudes correctas que inspiren confianza y esperanza en el electorado; independencia de criterio; capacidad para generar ideas transformadoras. Eso y más exige Honduras en este momento; mucho cuidado con los “zompopos prematuros de marzo”, nos pueden botar la casa.