Columnistas

Los teléfonos de Libre

Sorprendido y desconcertado, un dirigente del Partido Libertad y Refundación (Libre) nos cuenta que, apenas ganaron las elecciones generales, su teléfono desquició: tenía unas 500 llamadas y como 2,000 mensajes de mucha gente que ni siquiera conocía; algunos dejaban saludos, otros, que no los olvidaran, y muchos pedían una oportunidad.

Normal en un país con tantas necesidades -aunque los reclamos telefónicos no significan mucho- si consideramos que Libre logró más de un millón setecientos mil votos; eso sí, una enorme mayoría los votó porque coinciden con su planteamiento político y una importante cantidad de votantes solo castigó a los nacionalistas.

Con los días, la euforia del triunfo se aquieta -siempre pasa- y la gente regresa a su vida normal, como canta Serrat, “con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”; solo los elegidos del nuevo Gobierno siguen en un sofocante ajetreo para la transición.

Para muchos de estos escogidos la vida da un espléndido vuelco: de estar en las calles, desempleados o en trabajos medios, pasan a una alucinante realidad con subalternos, asistentes, escoltas, privilegios, toma de decisiones e inconcebibles presupuestos, que casi se pellizcan para ver si es cierto; rápidamente son poderosos y famosos.

Además, parece que se vuelven importantes, algo así como VIP: casi todos los días los llaman reconocidos empresarios, diplomáticos, religiosos, medios de comunicación, colegas extranjeros; los invitan a viajes, almuerzos, cenas, fiestas, acontecimientos trascendentales, y siempre los tratan con respeto y complacencia.

Sobran algunos de mentes desprevenidas, estrechas, que tanta atención los eleva del suelo, la obnubilación del poder; se presumen invencibles, necesarios, influyentes, intocables -ya no son cualquiera-, y se arropan con inocultable arrogancia y prepotencia; olvidan que cuatro años no son nada y que pronto serán nadie. Obvio, hay notables excepciones.

Un Gobierno tras otro hemos visto lo mismo: la celebración del triunfo, la felicitación, el embeleso... todo efímero, porque -desgraciadamente para ellos- dura poco; allá por mayo o junio, cuando los diferentes sectores empiecen a reclamar, comenzará el inevitable desgaste; y va a ocurrir, porque en un país de carencias siempre es más lo que queda por hacer que lo que se hace.

Podemos contar con los dedos los líderes mundiales que al salir del Gobierno dejaron una impronta envidiable y un ejemplo a seguir. El partido Libre tiene un compromiso inconmensurable porque creó una enorme expectativa en la población, proporcional al nivel de descontento acumulado en todos estos años.

Y si se trata de ser diferentes, esperamos que las guapas y los guapos, que ahora se sienten afortunados por su escogencia, no olviden la transitoriedad de sus puestos, y aunque sea imposible atender a todos, que de vez en cuando lean los mensajes y contesten el teléfono.