Columnistas

Los talibanes y Morazán

El secretario del gobierno talibán informó el jueves que las mujeres afganas serán pronto sometidas a reglas de comportamiento y convivencia -nada originales pues repiten los códigos sociales impuestos por el primer gobierno islámico durante la década de 1990, y que se inspiran en la Sharia, que es una interpretación violenta del Corán debatida entre musulmanes ortodoxos y liberales ya que los primeros la consideran ira de dios mientras que los segundos son más modernos y tolerantemente plásticos. Significa en árabe “vía, senda, camino” y como código controla TODOS los aspectos de vida musulmana, de la plegaria al ayuno, la caridad y la oración. Es como una yihad o fundamentalismo que nadie debe resistir.

Las féminas afganas vagan deprimidas y desesperadas. Abdul Baqi, ministro de Educación, anunció que se les permitirá estudiar en colegios y universidades no mixtos, en salas separadas de los hombres, y que deben obedecer códigos severos de vestimenta (horribles capuchas, burkas y niqabs negros, de cabeza a pie) para que las instruyan mujeres o varones ocultos tras cortinas. Llana imbecilidad medieval…

Peor, el talibán cerró la secretaría pública de apoyo a la mujer y creó un ideológico Ministerio del Vicio y la Virtud (¿Orwell, 1984?) cuyos policías religiosos pueden azotar a cualquier muchacha que en la calle muestre el tobillo o enseñe el bello rostro, ya que despiertan pecado en el hombre. Punto último: ninguna joven sale a la calle sin compañía o resguardo de un tutor que la vigile, proteja y censure. Reino infeliz del machismo talibán.

Hace doscientos años, en 1824, previendo las dogmáticas salvajadas a que se acostumbró por mil años la casta religiosa mundial y centroamericana, que hacía y deshacía a gusto con las costumbres, modos y estilos de la población, gracias a sus manejos de la magia y lo supersticioso, Herrera y los diputados liberales demandaron que el congreso constituyente declarara a Centroamérica república laica, sin dependencia religiosa en sus decisiones políticas. Los hombres de culto actúan inspirados por fe y divinidad, no por lógica. La ciencia les es alérgica pues prueba metodológicamente su abundancia imaginativa y su ausencia de razón.

Fue así como nació el imprescindible Estado laico, que no es forzosamente ateo. Para precaver que creencias de otras culturas -pues las religiones que profesamos son todas impuestas, incluso a filo de espada- cambiaran a fondo nuestro modo de ser. Ya que no podíamos volver al politeísmo indígena, y que el ateísmo es ingrato, se decidió separar categóricamente los ámbitos de política y espiritualidad, haciendo que la primera se alimentara de la segunda pero no al revés. La Ilustración enseñaba categórica que la real divinidad del hombre reside en la inteligencia, en la razón y en el libre albedrío.

Así es que sí Morazán viviera estaría ya cabalgando a batallar contra brujerías, cábalas, fetichismos, nigromancias y lo tabú que expenden en general los credos, más avocados a impregnar con ignorancia al ser humano que a liberarlo de la bruma mental. La razón aligera de culpas, la religión las privilegia. Existe enorme diferencia existencial entre morir cundido de pecados que sano inspirado por amor.