Columnistas

Los dos Carías

A finales del año recién pasado fenecieron dos distinguidos compatriotas, enlazados por vínculos sanguíneos: Marco Virgilio y Marcos Carías. Ambos dejan un valioso legado ejemplar, intelectual y ciudadano a las nuevas generaciones. El primero, nacido en 1930, economista de profesión, fue director-fundador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAH. Convocó a un valioso equipo de colaboradores, entre ellos a Vilma Laínez, Irma Roberta Díaz, Víctor Meza, Rolando Valerio, Gustavo Adolfo Aguilar, Arturo Euceda Gómez, Adalberto Córdova Turcios y Julio Eduardo Pineda, con quienes redactó valiosas monografías de las condiciones socioeconómicas de diversas comunidades hondureñas, y el libro “Análisis sobre el conflicto entre Honduras y El Salvador”, lúcida contribución al estudio de las causales desencadenantes de esta guerra fratricida que hoy llega al medio siglo de haber enfrentado a dos repúblicas vecinas. Un viaje a Israel lo motivó a escribir el folleto “Proyecto Lempira” en el cual propuso la creación de granjas colectivas a lo largo de la frontera con El Salvador, inspirado en el concepto de los kibutz hebreos. Algunos años antes de su fallecimiento me confió que estaba redactando una obra acerca de Lempira, ignoro si pudo concluirla. La convicción de sus ideas políticas le valieron amenazas y un secuestro que, afortunadamente, no culminó en su eliminación física. Fue uno de los fundadores del Partido Socialista, de efímera vida, que investigó y publicó la masacre del río Sumpul, en la que perecieron decenas de refugiados salvadoreños que intentaban ingresar a nuestro territorio huyendo de la represión de los batallones contrainsurgentes.

El segundo incursionó exitosamente en diversos campos de las letras y humanidades: cuento, novela, ensayo, historia y biografía. Cronológicamente, su primera obra fue “La ternura que esperaba” (1970) y la última, “Miguel Andonie Fernández, buscador de destinos” (2.013). Entre ambas destaca “Una función con móbiles y tentetiesos” (1980), en el que despliega técnicas literarias diversas que revelan su dominio del lenguaje, y “De la patria del criollo a la patria compartida: una historia de Honduras”, el mejor texto de síntesis de nuestra trayectoria a lo largo del tiempo escrito hasta ahora, ofreciendo una visión unificadora que se remonta a las raíces primigenias para culminar en el año 2000 de nuestra era. Lamentablemente, este último libro, impreso por Ediciones Subirana, se encuentra completamente agotado y ya no le quedó tiempo para redactar una segunda edición. Dentro y fuera de la cátedra universitaria, alentó a los jóvenes estudiantes de Historia para investigar temas inéditos o poco estudiados de nuestro pretérito lejano y cercano, brindando aliento y oportunas orientaciones. Afortunadamente, sus méritos diversos fueron reconocidos en vida, otorgándosele merecidos galardones en testimonio de su valía como intelectual y hombre. El colega Rolando Sierra escribió recientemente un artículo historiográfico en el que sopesa sus aportes a los estudios históricos.

Nuestra solidaridad y condolencias con las familias de ambos amigos. Sus ejemplos y obras los sobreviven.